Nos enfrentamos a los 10 años más decisivos de la historia de la humanidad
y las medias tintas no valen: los actuales compromisos de reducción de
emisiones contaminantes son insuficientes
Después de la posverdad y las fake news, la palabra de este
año para el diccionario Oxford es tóxico. Océanos invadidos por plásticos; aire
contaminado que, solo en España, causa más de 10.000 muertes al año; cambio
climático que expulsa a personas de sus tierras porque ya no pueden
sobrevivir... Según el informe Frontiers 2017 de la ONU, cada segundo una
persona se ve obligada a abandonar su hogar por causas relacionadas con el
cambio climático.
La Cumbre Mundial del Clima que se celebra estos días en
Polonia tiene en sus manos dejar atrás un modelo basado en energías
contaminantes y construir una nueva economía libre de emisiones de gases de
efecto invernadero. La ciencia ya ha hablado y ha sido contundente. Nos
enfrentamos a los 10 años más decisivos de la historia de la humanidad y las
medias tintas no valen: los actuales compromisos de reducción de emisiones de
CO2 por parte de los países más desarrollados (en 2017, aumentaron un 1,5%) son
insuficientes y nos llevarían a un calentamiento de más de tres grados a final
de siglo. “Se trata de una cuestión de vida o muerte para muchas personas,
regiones e incluso países”, señalaba el secretario general de la ONU, Antonio
Guterres, al inaugurar la cumbre.
Como bien describe la antropóloga y activista ecofeminista
Yayo Herrero, está en juego la sostenibilidad de la vida: “¿Cómo garantizar
condiciones de vida digna para las mayorías sociales —alimento, vivienda,
tiempo para los proyectos propios, educación, salud, poder colectivo,
corresponsabilidad en los cuidados…— en un planeta parcialmente agotado y con
un calentamiento global irreversible?”. Toca ponerlo todo patas arriba al más
puro estilo Galeano porque las recetas de siempre no sirven y necesitamos un
cambio de raíz en nuestra forma de relacionarnos con la Tierra, nuestra casa
común, y sus recursos.
Esta evidencia choca con el muro del negacionismo de Trump y
del nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. El brasileño habla de
conspiraciones marxistas e insiste en que no habrá protección para la Amazonía
ni para sus habitantes, sino carta blanca para que las grandes empresas
extractivas sigan campando a sus anchas, sin respeto alguno a los derechos
humanos y matando a quienes defienden una tierra que les pertenece
ancestralmente. Corremos el peligro de que cree escuela.
Primero el
capitalismo, luego los derechos humanos
Es necesaria una transición climática justa donde el coste
de pasar a un modelo energético descarbonizado no recaiga en las personas más
vulnerables. El maestro y líder indígena guatemalteco Bernardo Caal denunciaba
que la empresa de Florentino Pérez les había robado el río. Caal cumple siete
años de prisión por desafiar la construcción de seis represas, un megaproyecto
dirigido por Cobra, la filial del grupo ACS del presidente del Real Madrid.
Poner fin a la impunidad de las multinacionales en la lucha por los recursos
naturales y proteger a las comunidades locales es también crucial: la
aprobación del tratado vinculante sobre empresas y derechos humanos que se
negocia en el marco de Naciones Unidas supondría un avance sin precedentes.
“España está de vuelta y dispuesta a liderar el proceso
multilateral de lucha contra el cambio climático”, insiste la ministra para la
Transición Ecológica, Teresa Ribera. Una pena que este liderazgo internacional
no se refleje en el borrador de anteproyecto de Ley de Cambio Climático, en el
que se echan en falta referencias claras a la solidaridad internacional con los
colectivos más vulnerables afectados por el cambio climático. La lupa está
puesta únicamente en el ámbito nacional, sin una mirada a lo que ocurre fuera
de nuestras fronteras obviando así nuestras responsabilidades.
Es necesaria una transición climática justa donde el coste
de pasar a un modelo energético descarbonizado no recaiga en las personas más
vulnerables
Más que nunca es necesario garantizar la justicia climática.
En España, el 80% de la energía utilizada y el 75% de los minerales proceden de
otros países, con una alta dependencia material de los países africanos y de
América Latina. No podemos seguir mirando hacia otro lado, sin poner encima de
la mesa cifras concretas que permitan subsanar nuestra deuda ecológica con los
países del Sur global y financiar su adaptación al cambio climático. El Fondo
Verde por el Clima destinado a la adaptación de los países más vulnerables, que
apenas han contribuido al cambio climático, ha recibido solo un 10% de los
100.000 millones de dólares que los países ricos se comprometieron a aportar.
Este es otro de los escollos en las negociaciones de la
Cumbre del Clima. ¿Quién paga qué? España incumple con sus obligaciones y
únicamente ha aportado un 10% de los entre 400 y 500 millones anuales que le
corresponden. El anteproyecto de ley de la ministra Ribera no menciona esta
cifra, no hay plazos, ni compromisos concretos ni una estrategia de
financiación. Esos fondos, además, deberían ser adicionales a la ayuda oficial
al desarrollo, una política notablemente debilitada a pesar de ser clave para avanzar
en las agendas políticas internacionales. Esto, sin embargo, tampoco se
contempla en el anteproyecto de ley.
Decía el sociólogo Zygmunt Bauman que "cualquier cosa
hecha por seres humanos puede ser rehecha por seres humanos". No podemos
dejarnos vencer por discursos catastrofistas y atrincherarnos en el miedo que
son, en realidad, un caladero perfecto para el triunfo del discurso del odio.
Aún estamos a tiempo. Si nuestros gobernantes no están a la altura, la
ciudadanía no se va a quedar de brazos cruzados. Hace pocas semanas, la
desobediencia civil no violenta se apoderó de las calles de Londres en defensa
del medio ambiente; gritaban alto y claro: rebelión o extinción. Es el momento
de abordar de manera urgente una completa reconversión económica y social. El
futuro del planeta y de quienes lo habitamos está en juego. No podemos perder
el tiempo.
Andrés Amayuelas (Coordinadora de ONG para el Desarrollo),
Arantxa García (InspirAction) y Eduardo Sánchez (Ongawa). El País 14.12.18
No hay comentarios:
Publicar un comentario