Resulta sorprendente estudiar cómo nuestros antepasados gestionaban el agua mediante métodos avanzados que requerían un cierto dominio de la ciencia y de la técnica; y más extraordinario todavía, el fuerte paralelismo en algunos esquemas de gestión, como es el caso de las acequias de careo de Sierra Nevada y de la Alpujjarra y las amunas del Perú en la falda de los Ándes. Ambos sistemas contra la escasez de agua guardan fortísimas analogías, a pesar de remontarse a varios siglos atrás y tener “un océano por medio”.
Los moriscos de la Alpujarra, ya en
el siglo XII, utilizaban las aguas del deshielo para su infiltración en zonas
altas de la falda de la montaña, mediante acequias y llanuras de inundación,
para su incorporación en el circuito subterráneo del macizo cristalino. Este
cultivo de agua se recupera, meses después, en fuentes y manantiales aguas
abajo.
Este mismo esquema, con escasas
variaciones, se puede apreciar en el legado de la época precolombina en varias
zonas de Perú, y en bofedales de otros países andinos como Colombia
Careos de la Alpujarra |
Estos esquemas, a pesar de estar tan
distantes, presentan varios elementos
en común, de los que destacaría tres: son sistemas de gestión tan
válidos que no han desaparecido con el paso de los siglos, estandartes de la
“siembra o cultivo de agua” y requieren una gestión comunal.
Analizando sus analogías y
diferencias entre sistemas como los careos de la Alpujarra granadina y las
amunas de San Andrés de Tupicocha y Huarochiri (hijo integral del agua), cabe
destacar la similitud de ambos escenarios, suelen ser quebradas profundas en la
falda de cordilleras imponentes, con gran dependencia del cultivo y un régimen
de precipitaciones irregular.
Acequia de careo de Capileira |
Atendiendo a su función se diferencian dos tipos de acequias en Sierra
Nevada:
- Acequias de riego: Su principal función es el transporte del agua a
los cultivos, generalmente desde los cauces fluviales a sistemas abancalados
(Navarro, 1983).
- Acequias de careo: Su función es facilitar la infiltración del agua
que corre por los cauces, principalmente en zonas de bajas pendientes durante
el período de deshielo (primavera), para aprovechar estos recursos para el
regadío en el periodo estival, disponiendo así de una cantidad más regular de
agua durante todo el año.
El “sembrado del agua” se
lleva a cabo en zonas altas y mediante una acción comunal, involucrando a la
población local hasta el punto de formar parte de la idiosincrasia de la
población, que se refleja en festividades como “la fiesta de la vida” y otros
ritos, llegando a constituir un “centro del mundo social y espiritual”.
Se trata de un elemento con influencia
en la ordenación territorial, con asentamientos junto a manantiales en laderas
o bofedales, conectados hidráulicamente con zonas bien identificadas a
altitudes de incluso más de mil metros, con fuertes pendientes y, en
consecuencia, un gradiente hidráulico muy alto, que facilita la gestión hídrica
a corto y medio plazo.
Ambas
civilizaciones demostraron un excelente conocimiento del comportamiento
hidrogeológico del medio. Los acequieros de Sierra Nevada indican su
convencimiento de que los árabes ya utilizaban técnicas de trazadores, mediante
unos “colorantes parecidos a la gena”, para caracterizar el macizo rocoso. En
cualquier caso son técnicas hidrogeológicas avanzadas que despiertan
admiración.
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