Los
pescadores de red en el río
La pesca en el
Manzanares empezó a regularse el año 1202, cuando fue sancionado el Fuero de
Madrid. Esta norma establecía un periodo de veda en el río, "desde el
día de Pascua del Espíritu Santo o Cincuesma hasta San Martín", al tiempo
que marcaba los precios de los distintos pescados.
Pescadores en el Manzanares |
El oficio de pescador perduró en la ciudad hasta bien entrado el siglo XX. Así queda patente en la fotografía que adjuntamos, realizada por Ragel en 1917, y también en esta crónica que el diario La libertad publicó tres años después:
"Por haber, hay pescadores de red y de caña y hasta de mano, que persiguen a la anguila o al pez travieso o a la suculenta rana. La hora de la pesca, que se inicia al amanecer y termina a la mitad del día, es algo muy curioso y pintoresco, que da honra y relieve al río".
Directamente
relacionados con el río estaban los pescadores de red y maneo que vivían de la
pesca extraída del Jerte todo el año. En sus minúsculas balsas utilizaban un
largo varal para moverse por el río. El cesto y al trasmayo eran sus armas. Y
cuando hacía buen tiempo pescaban a maneo, los peces en las cuevas.
En los 70 aún era
habitual ver a la puerta del mercado de abastos a mujeres con las banastas bien
provistas de barbos, bordallo, bogas, anguilas y otros peces según la época del
año. La primera arca del pescado, que garantizaba el suministro urbano, estaba
junto a la aceña de La Casca.
La ciudad siempre
tuvo algunas familias dedicadas por generaciones a la pesca. Conocían el río
como la palma de la mano y se les llamaba cuando había que rescatar alguna
víctima del Jerte. Los censos de 1719, 1732, 1763, 1797 y 1802 ya confirman su
existencia.
Para ellos los
temidos charcos de la bomba y el calizo, frente ala Isla, o el del estudiante,
bajo el molino de Paz, no tenían secreto y sabían burlar sus peligros. Da idea
de la dureza del trabajo la fotografía de 1965 en la que un pescador, con
chaqueta y ropa de abrigo pesca descalzo con la patera remangada frente a la
Isla.
Además la pesca es la
ciudad una de las actividades reguladas desde antiguo por los fueros y las
ordenanzas urbanas. Los primeros penan el robo de redes o de pescado de red.
Las segundas, en su
título XVIII prohíben acotar, entorviscar o embarbascar las aguas o echar
cáñamo y lino al Jerte aguas arriba de San Lázaro, bajo pena de sustanciosas
multas. Estas llegan a regular incluso las características de las redes. Por cada punta debe entrar el dedo de un hombre bajo pena de perder la
red y pagar multa.
También estuvo prohibida, en numerosas ocasiones y por ordenanzas específicas, la pesca utilizando el veneno de determinadas raíces ya que podía haber municipios aguas abajo que se abastecían de esos caudales de agua contaminados.
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