Los
buscadores de agua o Zahorís
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Zahorí en acción, ilustración de la obra de Pierre Le Brun: Historia crítica de las prácticas supersticiosas. 1732
El
término 'zahorí' se aplica, en general, a aquellas personas que son capaces de
detectar 'lo que está oculto'. Por eso no es de extrañar que, por extensión,
ésta sea la denominación que se le ha dado a los 'radiestesistas': buscadores
de aguas subterráneas.
La capacidad de estas
personas está en el límite de la ciencia. Y es que, si bien es cierto que una
simple varilla vegetal -ahora también metálicas- o un péndulo pueden detectar
variaciones electromagnéticas sobre el terreno, los zahoríes son personas con
un sexto sentido para poder sentir esas variaciones y determinar dónde
se encuentran las galerías que conducen agua en su interior. Por este motivo,
su ciencia es la de describir lo oculto, lo que no se puede ver pero que
tanto su cuerpo como su intuición pueden experimentar. La radiestesia es
una práctica que se desarrolla desde tiempos remotos, a pesar de que muchos
científicos se muestran escépticos y consideran que la fiabilidad de estas
búsquedas responde únicamente a una cuestión de azar.
Los instrumentos de
trabajo de los zahoríes no tienen de por sí ningún poder trascendental
ni forman parte del mundo de lo paranormal. La varilla en forma de V
-generalmente de madera de avellano- y el péndulo, son sólo dos herramientas
que -según dicen los expertos en este arte- utilizadas por la persona adecuada
con esa sensibilidad especial, conducen al objetivo final de esta práctica: el
agua.
En muchas ocasiones
se ha querido desprestigiar este arte relacionándolo con prácticas
adivinatorias, en el sentido más esotérico de la palabra. Y es que la
radiestesia está estrechamente relacionada con la geomancia, el 'conocimiento
intuitivo de la Tierra', muy desarrollado durante la Edad Media y ligado a
técnicas de adivinación.
Pero si nos limitamos
a este campo de la búsqueda de agua -en cierto modo, igualmente misterioso-,
hay quienes afirman que, ciertamente, el ser humano tiene la capacidad de
detectar pequeños gradientes del cambio magnético terrestre, una habilidad más
desarrollada en determinadas personas. En este sentido, la varilla o el péndulo
serían la extensión de estas capacidades del zahorí, que transmitiría al
instrumento de trabajo las vibraciones de su propio cuerpo -efecto ideomotor-
al experimentar esas variaciones en el terreno.
Y partiendo de esta
base, a lo largo de la historia se han dicho muchas cosas sobre los zahoríes y
sus técnicas. Desde los estrictamente científicos, que aseguran que no existe
relación real entre estos estímulos y la búsqueda de agua, hasta los más
religiosos que llegaron a asegurar que estas técnicas eran “cosas del Diablo”,
y que él era el que provocaba esas reacciones en los zahoríes y en sus
instrumentos de trabajo
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