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Una nueva investigación liderada por expertos de la Universidad
de Barcelona y la Universidad de Portsmouth alerta sobre los efectos de las
sustancias químicas tóxicas de los ríos en la vida acuática.
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La forma en que se alimenta y se mueve un animal es un indicador
sensible para detectar el impacto de los contaminantes en los organismos
acuáticos que pueden ser relevantes para el ecosistema natural, alertan los
expertos
El
estudio está firmado por los expertos Isabel Muñoz, Núria de Castro Català y
Juan Luis Riera, de la Facultad de Biología de la UB, y Alex Ford
(Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Portsmouth),y destaca
la necesidad de considerar tanto las dosis bajas como las pruebas de toxicidad
combinada en la evaluación del riesgo químico de los productos que llegan a los
ecosistemas acuáticos.
El cóctel de
contaminantes en los ríos: un riesgo para la vida y la salud
La
mayoría de las vías fluviales urbanas del mundo reciben un cóctel de
contaminantes con concentraciones de medicamentos (antidepresivos, etc.) que
pueden ser elevadas
Es
sabido que en cursos de agua de Europa, Asia, Australia y América del Sur hay
niveles altos de los compuestos fungicidas que se dispersan en los
cultivos agrarios (arroz, avena, trigo, patata, ajo y
cítricos, etc.). Por otra parte, los antidepresivos también se encuentran
habitualmente en ríos urbanos de todo el mundo, así como en ambientes marinos y
de agua dulce. Estos productos químicos llegan finalmente al medio acuático —no
son depurados completamente en los procesos de tratamiento de aguas residuales—
y pueden acumularse en el cerebro de algunos peces. Aunque son habituales las
pruebas de la toxicidad de nuevos compuestos químicos, hasta ahora no era bien
conocido el efecto de las mezclas de diferentes toxinas.
La
mayoría de las vías fluviales urbanas del mundo reciben un cóctel de
contaminantes —desde la escorrentía agrícola hasta las aguas residuales
humanas— con concentraciones de medicamentos (antidepresivos, etc.) que pueden
ser elevadas. «Es posible que estos cócteles ya no maten especies marinas,
pero nos preocupan los efectos subletales que pueden tener algunos de estos
contaminantes. Puede haber miles de productos químicos diferentes en nuestros
ríos y mares, y aunque pueden no ser letales, sí pueden dañar la salud de los
ecosistemas acuáticos», explica el profesor Alex Ford.
Los
resultados del nuevo estudio subrayan la importancia de comprender y conocer el
impacto de las mezclas complejas de contaminantes: «Para los toxicólogos
medioambientales, uno de los grandes enigmas es cómo poder determinar o
predecir los efectos de cada combinación de productos químicos cuando hay miles
que son liberados al medio ambiente, muchos de los cuales han tenido una evaluación
muy limitada de toxicidad», alerta Ford.
El largo viaje de los
antidepresivos y los fungicidas por el medio ambiente
El
experimento con los fungicidas es interesante porque muchos se utilizan en
agricultura y en nuestros champús y cremas medicinales
En el marco del trabajo, los investigadores analizaron en el
laboratorio el efecto de dos contaminantes —un antidepresivo y un fungicida— en
los anfípodos, unos crustáceos parecidos a las gambas. Como especifica la
profesora Isabel Muñoz, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y
Ciencias Ambientales de la UB, «este trabajo demuestra los
efectos de fungicidas y antidepresivos —que se encuentran en las aguas de los
ríos en pequeñas concentraciones y mezclados— en el comportamiento del camarón
de agua dulce (Gammarus pulex) ». En efecto, «este crustáceo, común en los
sistemas acuáticos, reduce el consumo de alimento (hojarasca) y nada más rápido
en presencia de los tóxicos, y aunque los efectos no son letales —advierte la
experta—, pueden ser relevantes para la red trófica y el funcionamiento del
ecosistema».
Según el profesor Ford, «el principal hallazgo que nos
sorprendió fue constatar los efectos sobre la velocidad de alimentación y de
natación de los anfípodos, incluso en niveles muy bajos de contaminación». El
experimento con los fungicidas es interesante porque muchos se utilizan en
agricultura y en nuestros champús y cremas medicinales. «En
concreto —detalla Ford—, los camarones prefieren comer hojarasca en el lecho
del río después de que haya sido colonizada por los hongos. En este escenario,
con todos los fungicidas en el agua, podía suponerse que las hojas fuesen menos
sabrosas para los anfípodos, y así sucedió: los camarones comían menos. Ahora
bien, los antidepresivos también los hacían comer menos, un efecto que no
habíamos previsto».
Por otra parte, el estudio sobre la
capacidad de natación demostró que los animales nadaban más rápidamente después
de haber sido expuestos al fungicida o al antidepresivo. Ahora
bien, cuando fueron sometidos a ambos compuestos, como a menudo ocurre en el
medio natural, el cóctel los hizo nadar más lentamente. «La alteración de la
natación o la alimentación puede tener efectos importantes en el crecimiento,
la reproducción y la supervivencia de estos organismos que son importantes para
la cadena alimentaria», advierte Ford, cuyos trabajos previos ya habían
demostrado que los antidepresivos pueden hacer nadar durante más tiempo a los
pequeños crustáceos para que aumenten sus probabilidades de depredación.
«La forma
en que se alimenta y se mueve un animal es un indicador sensible para detectar
el impacto subletal en organismos que probablemente son relevantes en otros
puntos de la cadena alimentaria y en todo nuestro ecosistema», alertan los
autores.
Proyecto GLOBAQUA:
mejorando las prácticas de gestión del agua
Este
nuevo trabajo publicado en la revista Environmental Pollution fue
financiado por el 7.º Programa marco de la UE a través del proyecto GLOBAQUA,
un consorcio multidisciplinar de veintiuna organizaciones en que participan
expertos en los campos de la hidrología, la química, la ecología, la
ecotoxicología, la economía, la sociología, la ingeniería y la modelización. La
Universidad de Barcelona participa en este proyecto bajo la coordinación de la
profesora Isabel Muñoz.
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