miércoles, 4 de octubre de 2017

La Administración estudia cómo eliminar ibuprofeno y drogas de las aguas residuales

(Me falta mayor incidencia en el vertido y en el consumo)

La Administración estudia cómo eliminar ibuprofeno y drogas de las aguas residuales de Madrid . (publicado por aguasresiduales.com)

Ibuprofeno, disruptores endocrinos o drogas son algunos de los contaminantes emergentes cuya eliminación va a estudiar el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, dentro del proyecto para mejorar y ampliar el sistema de depuración de los vertidos urbanos de Madrid, que el departamento planea en colaboración con el ayuntamiento y la comunidad autónoma, según el Subdirector General Adjunto de Infraestructuras y Tecnología del ministerio, Ángel Cajigas Delgado, que intervino en la sesión “La salud de nuestros ríos”, organizada por la Real Academia de Doctores de España (RADE).

Después de que el Presidente de la RADE, Jesús Álvarez Fernández-Represa abriera el acto, tercero de los programados sobre el agua, Manuel Ramón Llamas Madurga, Académico de Número de la Sección de Ciencias Experimentales, citó dos problemas relevantes en esta materia: el reparto de competencias entre distintas administraciones, por un lado, y la pusilanimidad de los políticos que no se atreven a aplicar la norma de que el que contamina, paga. Si en el Segura y el Nervión se han resuelto los problemas que afectaban a sus cuencas, ¿por qué no se pueden resolver en el resto de nuestros ríos?, se preguntó Llamas.

Cajigas explicó, de entrada, la evolución del concepto calidad del agua en la UE y las dificultades que plantean las sucesivas directivas comunitarias publicadas en esta materia, hasta llegar a la norma actualmente en vigor, la directiva marco de 2000, cuyo cumplimiento es muy difícil, advirtió, “por no decir imposible”, porque se pasa de medir la calidad del agua con parámetros fisicoquímicos a considerar el estado de las masas de agua, una idea que se ha tenido que ir interpretando.
 Depurar solo no basta
 La masa de agua debe tener un buen estado ecológico y químico, continuó Cajigas al intentar describir el sentido de la directiva marco. Hay que medir indicadores biológicos, como fitoplancton o macroinvertebrados. Ya no se trata solo del fósforo o el nitrógeno. Se considera buen estado de las masas de agua el que había antes de la intervención humana, lo que supone que se tendrían que haber tirado todas las presas, por ejemplo. En resumen, que haciendo solo depuración, “nunca vamos a cumplir la directiva marco”, subrayó.

Al preguntarse sobre la situación de nuestros ríos, Cajigas dijo que Bruselas se centra en que no se cumplen los requisitos de depuración en quince casos, que son los que justifican la multa que se está tramitando contra España. La depuración de aguas cumple en más del 80 por ciento las normas de eliminación de materia orgánica, prosiguió, pero muchos incumplimientos se deben a que las instalaciones no se operan bien, además de otras causas derivadas del reparto de competencias sobre el agua entre distintas administraciones o de decisiones judiciales que, como en un caso, obligan a derribar una depuradora en Asturias que ha costado 20 millones de euros y no ha entrado en funcionamiento, para hacer un nuevo estudio de impacto ambiental.

Nuestros ríos no están como deberían, insistió Cajigas. Cumplimos algo más del 70 por ciento en la eliminación de nutrientes. Las depuradoras han mejorado el perfil ambiental de los ríos respecto al amonio, que es un contaminante que preocupa, pero hay casi un 40 por ciento que está en el límite. Solo un 50 por ciento de las masas de agua está en buen estado ecológico, destacó, y “hay que depurar más y mejor, pero no solo depurar, sino actuar en las márgenes para mejorar el perfil ecológico del río”.

Respecto al proyecto para mejorar la depuración de las aguas residuales de Madrid, el responsable ministerial puntualizó que sus efectos no se verán hasta dentro de treinta años, al menos, y que no se comenzará hasta dentro de ocho a causa de los trámites administrativos. No se trata solo, matizó, de atender la demanda biológica de oxigeno, sino de eliminar nutrientes (nitrógeno, fósforo…), cumpliendo niveles exigentes, además de estudiar la forma de tratar los contaminantes emergentes: fármacos como el ibuprofeno, que empieza a tener una presencia preocupante, drogas y disruptores endocrinos. “Un trabajo que nos va a tener ocupados unos dos años”, concluyó el Subdirector General.
 Nuevas tecnologías depuradoras limpias
 Utilizar métodos descontaminantes que no aporten más toxicidad que la de los elementos que se quieren depurar es el reto de la evolución tecnológica que afrontan los científicos, como puso de relieve Arturo Romero Salvador, Académico de Número de la Sección de Ciencias Experimentales de la RADE.

Es preciso caracterizar el estado de las aguas para determinar las operaciones de depuración, atendiendo a distintos parámetros: unos físicos, como turbidez, presencia de sólidos, color, sabor, etc.; otros químicos, como dureza, materia orgánica, demanda biológica de oxígeno, metales pesados, pesticidas….; y, finalmente, los biológicos, que se miden en las aguas incorporadas al río.

Las depuradoras tiene que eliminar las grasas y los sólidos, que se vierten por el inodoro o la pila de la cocina. Los sólidos se quitan por sedimentación. La materia orgánica tiene un tratamiento secundario para convertirla en CO2 y agua por medios biológicos, como fangos activados y otros métodos basados en organismos aerobios, lo que exige introducir permanentemente oxígeno, que supone la mayor parte del consumo energético de la depuradora. Eliminar nutrientes, que junto con la materia orgánica provocan la eutrofización de los ríos, requiere introducir reactivos desaconsejables, cuyo uso se puede evitar si se sustituye el fósforo de los detergentes, en forma de fosfatos, por otros compuestos, como las zeolitas, afirmó Romera.

Se pueden destruir organismos patógenos por oxidación o metales pesados con tratamientos avanzados, como la separación por membranas, “pero el problema es el coste”, aseguró Romero. Por eso, interesa diseñar tecnologías cuantitativamente, conocer sus límites económicos y de aplicación, contra qué contaminantes se emplean y cuál es la composición del agua usada en las industrias. Una dificultad de la materia orgánica es que una parte puede ser biodegradable, y se puede quitar con microorganismos aerobios por oxidación, y otra no. En este campo se está investigando mucho para generar oxidantes de gran capacidad. En todo caso, las soluciones pasan por pensar de forma diferente a la habitual, añadió, y considerar el agua contaminada como recurso del que sacar agua limpia, energía, nitrógeno o fósforo. Es decir, aprovechar el agua residual para, por ejemplo, obtener metano por un proceso anaerobio y usarlo como energía, con lo que se consigue eficiencia energética.
 Un problema serio de déficit hídrico
 Miguel Ángel Ródenas Cañada, Presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, expuso el proyecto de recuperación ambiental de este río, galardonado con el European Riverprize 2016, entre otros reconocimientos. La cuenca del Segura es, dijo, la más pobre en términos de agua de toda la UE continental, con menos de 450 milímetros de lluvia, en una zona especialmente adecuada para la producción vegetal y con una gran cultura de regadío, que sostiene una importante industria agraria, tecnologías, mercados, logística, transportes y puestos de trabajo. En toda Europa se consumen vegetales producidos en esta zona que multiplican por diez su coste de producción.

De la cuenca del Segura sale un 30 por ciento de la producción nacional de frutas y hortalizas, que continuó creciendo a pesar de la crisis de 2007, que alcanza los cinco millones de toneladas, equivalentes a 700 camiones de 20 toneladas todos los días, con un valor de 4.300 millones de euros, cuando la zona representa un 4 por ciento de la población y el territorio del país. Por su parte, el coste del proyecto alcanzó los 700 millones, financiados por la UE, el gobierno y los municipios, que aportaron terrenos.

El régimen de agua del Segura es de 330 metros cúbicos por habitante y año en el Segura, cuando en toda España es de mil y en otros países llega a 20.000. De los recursos hídricos de la zona un 14 por ciento procede de la reutilización de aguas residuales, y un 8 de la desalación, unas cuotas que son de las más altas del mundo. “Pero hay un problema de déficit hídrico que debe ser recogido en la planificación nacional”.
 La vida ha vuelto al colector de aguas residuales
 El Segura era un colector de aguas residuales que ocasionaba grandes problemas y manifestaciones que reclamaban soluciones. El gran problema para la confederación era la coincidencia de cuatro comunidades autónomas con competencias en la cuenca del Segura, según Ródenas, que es una de las mayores dificultades para gestionar el agua y rompe la idea de cuenca. El proyecto de recuperación se planteó a lo largo de diez años con los objetivos de conseguir más agua para la agricultura, recuperar el río y la naturaleza y cumplir las directivas europeas del agua. Se construyeron infraestructuras para tratar las aguas industriales en origen y un marco legal para que quien contamine, pague; y se instauró un impuesto por contaminar y para depurar, además de un ente para controlar esa gestión.

El plan copió el modelo de California de depuración de nitrógeno y fósforo con tratamientos terciarios avanzados de desinfección por radiación ultravioleta. Se construyeron cuarenta y seis plantas en un tiempo récord de diez años. Hoy, el 99 por ciento del agua se trata, mientras en Europa andan por el 75 por ciento. La contaminación actual del río no llega a un 3 por ciento, y la vida ha vuelto a sus aguas, resaltó Ródenas. Se han recuperado la nutria, un indicador biológico de primer nivel, y la anguila. Las aves migratorias, algunas de ellas especies en peligro de extinción, utilizan enormes balsas de agua que se han limpiado, lo que ha merecido la declaración de humedal de importancia internacional por la Convención Internacional de Ramsar.


Pero no era suficiente, según Ródenas. Había que recuperar los fangos contaminados, para lo que se usaron ladrillos de bacterias que convirtieron la materia orgánica en inerte, que se extrajo con camiones; y se retiraron especies invasoras, como la caña, para crear una vegetación autóctona de ribera.

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