(Me falta mayor incidencia en el vertido y en el consumo)
La Administración estudia cómo eliminar ibuprofeno y drogas de las aguas residuales de Madrid . (publicado por aguasresiduales.com)
La Administración estudia cómo eliminar ibuprofeno y drogas de las aguas residuales de Madrid . (publicado por aguasresiduales.com)
Ibuprofeno,
disruptores endocrinos o drogas son
algunos de los contaminantes emergentes cuya eliminación va a estudiar el
Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, dentro del
proyecto para mejorar y ampliar el sistema de depuración de los vertidos
urbanos de Madrid, que el departamento planea en colaboración con el
ayuntamiento y la comunidad autónoma, según el Subdirector General Adjunto de
Infraestructuras y Tecnología del ministerio, Ángel Cajigas Delgado, que
intervino en la sesión “La salud de
nuestros ríos”, organizada por la Real Academia de Doctores de
España (RADE).
Después de que el
Presidente de la RADE, Jesús Álvarez Fernández-Represa abriera el acto, tercero
de los programados sobre el agua, Manuel Ramón Llamas Madurga, Académico de
Número de la Sección de Ciencias Experimentales, citó dos problemas relevantes
en esta materia: el reparto de competencias entre distintas administraciones,
por un lado, y la pusilanimidad de los políticos que no se atreven a aplicar la
norma de que el que contamina, paga. Si en el Segura y el Nervión se han
resuelto los problemas que afectaban a sus cuencas, ¿por qué no se pueden resolver en el resto de nuestros
ríos?, se preguntó Llamas.
Cajigas explicó, de
entrada, la evolución del concepto calidad del agua en la UE y las dificultades
que plantean las sucesivas directivas comunitarias publicadas en esta materia,
hasta llegar a la norma actualmente en vigor, la directiva marco de 2000, cuyo
cumplimiento es muy difícil, advirtió, “por no decir imposible”,
porque se pasa de medir la calidad del agua con parámetros fisicoquímicos a
considerar el estado de las masas de agua, una idea que se ha tenido que ir
interpretando.
Depurar solo no basta
La masa de
agua debe tener un buen estado ecológico y químico, continuó Cajigas al
intentar describir el sentido de la directiva marco. Hay que medir indicadores
biológicos, como fitoplancton o macroinvertebrados. Ya no se trata solo del
fósforo o el nitrógeno. Se considera buen estado de las masas de agua el que
había antes de la intervención humana, lo que supone que se tendrían que haber
tirado todas las presas, por ejemplo. En resumen, que haciendo solo
depuración, “nunca vamos a
cumplir la directiva marco”, subrayó.
Al preguntarse sobre
la situación de nuestros ríos, Cajigas dijo que Bruselas se centra en que no se cumplen los requisitos
de depuración en quince casos, que son los que justifican la multa que se está
tramitando contra España. La depuración de aguas
cumple en más del 80 por ciento las normas de eliminación de materia orgánica, prosiguió,
pero muchos incumplimientos se deben a que las instalaciones no se operan bien,
además de otras causas derivadas del reparto de competencias sobre el agua
entre distintas administraciones o de decisiones judiciales que, como en un
caso, obligan a derribar una depuradora en Asturias que ha costado 20 millones
de euros y no ha entrado en funcionamiento, para hacer un nuevo estudio de
impacto ambiental.
Nuestros ríos no
están como deberían, insistió Cajigas. Cumplimos algo más del 70 por ciento en
la eliminación de nutrientes. Las depuradoras han mejorado el perfil ambiental
de los ríos respecto al amonio, que es un contaminante que preocupa, pero hay
casi un 40 por ciento que está en el límite. Solo un 50 por ciento de las masas
de agua está en buen estado ecológico, destacó, y “hay que depurar más y mejor, pero no solo depurar,
sino actuar en las márgenes para mejorar el perfil ecológico del río”.
Respecto al proyecto
para mejorar la depuración de las aguas residuales de Madrid, el responsable ministerial
puntualizó que sus efectos no se verán hasta dentro de treinta años, al menos,
y que no se comenzará hasta dentro de ocho a causa de los trámites
administrativos. No se trata solo, matizó, de atender la demanda biológica de
oxigeno, sino de eliminar nutrientes (nitrógeno, fósforo…), cumpliendo niveles
exigentes, además de estudiar la forma de tratar los contaminantes emergentes:
fármacos como el ibuprofeno, que empieza a tener una presencia preocupante,
drogas y disruptores endocrinos. “Un
trabajo que nos va a tener ocupados unos dos años”, concluyó
el Subdirector General.
Nuevas tecnologías depuradoras limpias
Utilizar
métodos descontaminantes que
no aporten más toxicidad que la de los elementos que se quieren depurar es el
reto de la evolución tecnológica que afrontan los científicos,
como puso de relieve Arturo Romero Salvador, Académico de Número de la Sección
de Ciencias Experimentales de la RADE.
Es preciso
caracterizar el estado de las aguas para determinar las operaciones de
depuración, atendiendo a distintos parámetros: unos físicos, como turbidez,
presencia de sólidos, color, sabor, etc.; otros químicos, como dureza, materia
orgánica, demanda biológica de oxígeno, metales pesados, pesticidas….; y,
finalmente, los biológicos, que se miden en las aguas incorporadas al río.
Las depuradoras
tiene que eliminar las grasas y los sólidos, que se vierten por el inodoro o la
pila de la cocina. Los sólidos se quitan por sedimentación. La materia orgánica
tiene un tratamiento secundario para convertirla en CO2 y agua por medios
biológicos, como fangos activados y otros métodos basados en organismos
aerobios, lo que exige introducir permanentemente oxígeno, que supone la mayor
parte del consumo energético de la depuradora. Eliminar nutrientes, que junto
con la materia orgánica provocan la eutrofización de los ríos, requiere
introducir reactivos desaconsejables, cuyo uso se puede evitar si se sustituye
el fósforo de los detergentes, en forma de fosfatos, por otros compuestos, como
las zeolitas, afirmó Romera.
Se pueden destruir
organismos patógenos por oxidación o metales pesados con tratamientos
avanzados, como la separación por membranas, “pero el problema es el coste”, aseguró
Romero. Por eso, interesa diseñar tecnologías cuantitativamente, conocer sus
límites económicos y de aplicación, contra qué contaminantes se emplean y cuál
es la composición del agua usada en las industrias. Una dificultad de la
materia orgánica es que una parte puede ser biodegradable, y se puede quitar
con microorganismos aerobios por oxidación, y otra no. En este campo se está
investigando mucho para generar oxidantes de gran capacidad. En todo caso, las
soluciones pasan por pensar de forma diferente a la habitual, añadió, y
considerar el agua contaminada como recurso del que sacar agua limpia, energía,
nitrógeno o fósforo. Es decir, aprovechar el agua residual para, por ejemplo,
obtener metano por un proceso anaerobio y usarlo como energía, con lo que se
consigue eficiencia energética.
Un
problema serio de déficit hídrico
Miguel Ángel
Ródenas Cañada, Presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, expuso
el proyecto de recuperación ambiental de este río, galardonado con el European
Riverprize 2016, entre otros reconocimientos. La cuenca del Segura es, dijo, la
más pobre en términos de agua de toda la UE continental, con menos de 450
milímetros de lluvia, en una zona especialmente adecuada para la producción
vegetal y con una gran cultura de regadío, que sostiene una importante
industria agraria, tecnologías, mercados, logística, transportes y puestos de
trabajo. En toda Europa se consumen vegetales producidos en esta zona que
multiplican por diez su coste de producción.
De la cuenca del
Segura sale un 30 por ciento de la producción nacional de frutas y hortalizas,
que continuó creciendo a pesar de la crisis de 2007, que alcanza los cinco
millones de toneladas, equivalentes a 700 camiones de 20 toneladas todos los
días, con un valor de 4.300 millones de euros, cuando la zona representa un 4
por ciento de la población y el territorio del país. Por su parte, el coste del
proyecto alcanzó los 700 millones, financiados por la UE, el gobierno y los
municipios, que aportaron terrenos.
El régimen de agua
del Segura es de 330 metros cúbicos por habitante y año en el Segura, cuando en
toda España es de mil y en otros países llega a 20.000. De los recursos
hídricos de la zona un 14 por ciento procede de la reutilización de aguas
residuales, y un 8 de la desalación, unas cuotas que son de las más altas del
mundo. “Pero hay un
problema de déficit hídrico que debe ser recogido en la planificación
nacional”.
La vida ha vuelto al colector de aguas
residuales
El Segura era
un colector de aguas residuales que ocasionaba grandes problemas y
manifestaciones que reclamaban soluciones. El gran problema para la
confederación era la coincidencia de cuatro comunidades autónomas con
competencias en la cuenca del Segura, según Ródenas, que es una de las mayores
dificultades para gestionar el agua y rompe la idea de cuenca. El proyecto de
recuperación se planteó a lo largo de diez años con los objetivos de conseguir
más agua para la agricultura, recuperar el río y la naturaleza y cumplir las
directivas europeas del agua. Se construyeron infraestructuras para tratar las
aguas industriales en origen y un marco legal para que quien contamine, pague;
y se instauró un impuesto por contaminar y para depurar, además de un ente para
controlar esa gestión.
El plan copió el
modelo de California de depuración de nitrógeno y fósforo con tratamientos
terciarios avanzados de desinfección por radiación ultravioleta. Se
construyeron cuarenta y seis plantas en un tiempo récord de diez años. Hoy, el
99 por ciento del agua se trata, mientras en Europa andan por el 75 por ciento.
La contaminación actual del río no llega a un 3 por ciento, y la vida ha vuelto
a sus aguas, resaltó Ródenas. Se han recuperado la nutria, un indicador
biológico de primer nivel, y la anguila. Las aves migratorias, algunas de ellas
especies en peligro de extinción, utilizan enormes balsas de agua que se han
limpiado, lo que ha merecido la declaración de humedal de importancia
internacional por la Convención Internacional de Ramsar.
Pero no era
suficiente, según Ródenas. Había que recuperar los fangos contaminados, para lo
que se usaron ladrillos de bacterias que convirtieron la materia orgánica en
inerte, que se extrajo con camiones; y se retiraron especies invasoras, como la
caña, para crear una vegetación autóctona de ribera.
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