lunes, 14 de abril de 2014

La importancia del agua y de su contaminación a lo largo de la Historia. Parte 1ª

Introducción


A lo largo de la historia de la humanidad, si ha habido algo importante en relación con el agua, ha sido su propiedad y la cantidad, más vinculado a usos recreativos, lúdicos, de alimentación y como fuente de energía. La calidad es algo que ha importado mucho menos y cuando ha empezado a tener relevancia ha sido por temas o daños sectoriales que no por otros criterios ambientales. De todas formas, es muy interesante hacer un análisis de cómo ha evolucionado el control de calidad tanto en el abastecimiento como en el saneamiento.

Uno de los aspectos importantes a tener en cuenta a la hora de elegir el lugar apropiado para fundar una ciudad era la disponibilidad de agua y el grado de pureza de la misma. Lo ideal era que en el lugar hubiese dos ríos, uno para tomar agua limpia para uso doméstico, y otro para evacuar la sucia. Una única corriente fluvial entrañaba un alto riesgo de contaminación del agua potable y obligaba generalmente a buscar manantiales y otros ríos próximos para captar el agua y conducirla mediante acueductos.

La contaminación tiene una larga historia. La producción de desechos ha sido una de las características distintivas de la humanidad. Durante miles de años la lucha se centró en las medidas sanitarias, y el principal reto fue la obtención de suministros de agua sin contaminar.  Estos problemas se agudizaron a medida que aumentó el número de habitantes, surgió la vida urbana y se modificó el patrón de asentamiento de la mayoría de las culturas.

La contaminación estaba básicamente localizada, en las primeras etapas del desarrollo urbano,  en un asentamiento, un río cercano al espacio urbano. Los intentos de controlar la contaminación son tan antiguos como el propio problema, pero la respuesta normalmente siempre ha llegado tarde y ha sido inadecuada. La contaminación siempre ha ido inmediatamente por delante a la aparición del ser humano.

El abastecimiento de agua tiene dos problemas estrechamente relacionados: la necesidad de garantizar la cantidad y la calidad.  Los grupos dedicados a la recolección y la caza buscaban el agua en los arroyos y en los manantiales, cuya ubicación a menudo condicionaba los lugares donde acampaban, y al desplazarse de forma bastante regular normalmente evitaban grandes problemas de contaminación. La formación de sociedades sedentarias convirtió en esencial la existencia de un suministro fiable de agua, y la mayoría de los asentamientos crecieron alrededor de un arroyo, de un manantial o de un pozo.

La aparición de ciudades en el norte y el oeste de Europa a partir del siglo XI provocó el mismo tipo de problemas que se habían encontrado en las ciudades del Mediterráneo y el Próximo Oriente miles de años antes. A principios del siglo XII  el Támesis ya estaba contaminado, y en 1236 se llevó agua por primera vez a Londres procedente del manantial de Tyburn, mediante un sistema basado en tuberías de plomo. Otras ciudades también tendieron tuberías para el agua, pero la mayoría de ellas vehiculizaba el agua mediante un sistema de simples troncos de árbol ahuecados (un método que aún se empleaba en la isla de Manhattan en el siglo XIX).
Tubería de agua de Manhattan


En 1610 se fundó la Compañía de Río Nuevo para abastecer de agua a Londres mediante tuberías, con el fin de reemplazar el agua cada vez más deteriorada del Támesis. Otras empresas privadas que abastecían de agua a la capital siguieron sacando agua sin depurar del Támesis, y la primera planta de depuración se construyó recién en 1869.

En París, en el siglo XVIII, 20.000 aguadores distribuían el agua por la ciudad utilizando cubos. A mediados del siglo XIX, de las 70.000 casas que había en el centro de Londres 17.000 se abastecían directamente de sus propios pozos y el resto con tubos verticales instalados en la calle, aproximadamente uno por cada veinte o treinta casas, que normalmente servían agua durante una hora diaria dos o tres días por semana.

Hasta la aparición de instalaciones para el tratamiento de agua durante la última parte del siglo XX, prácticamente ninguna ciudad del mundo había conseguido mantener sus reservas de agua limpias y sin contaminar por desechos humanos y por otras basuras. Se tenía la continua práctica de arrojar residuos de todo tipo a arroyos y ríos (y ocasionalmente al mar), con la esperanza de que el agua se los llevase a otra parte. El fracaso de estas prácticas era síntoma de un fracaso más general en la búsqueda de formas satisfactorias de eliminar los desechos humanos y otros tipos de basura acumulados por todas las sociedades sedentarias.

Como la población no tenía retretes propios se limitaban a usar cualquier espacio disponible. En el siglo XIV, en la misma París,  “...una hilera de tejos de las Tullerías servían de aseo al aire libre, y cuando las autoridades alejaron de allí a la gente se limitaron a usar el Sena. Las calles de la ciudad también estaban llenas de excrementos de animales,  de animales muertos, de desperdicios y de los despojos de las carnicerías. Se sacrificaban unos 300.000 animales al año, y los despojos y esqueletos se dejaban pudrir en las calles y en los arroyos. En septiembre de 1366 se obligó a los carniceros de París a salir de la ciudad y usar un arroyo rural para librarse de sus desechos”.


Sin embargo, esta modalidad de eliminación de desperdicios solucionaba la presencia de basuras en ámbitos domésticos y públicos, pero generaba otros. El principal inconveniente de usar excrementos humanos como fertilizantes (o de usar los canales de irrigación como desagües de aguas servidas, práctica muy habitual en toda Latinoamérica en la actualidad, pero que ya se hacía en Egipto y en la Mesopotamia) es la transmisión de terribles enfermedades intestinales. En China, antes de las políticas de saneamiento de la Revolución Popular, más de la mitad de la población padecían parásitos intestinales, y en 1948 una cuarta parte de todas las muertes producidas ese año se debieron a enfermedades de origen fecal.
Recogiendo basura en el Madrid de principios del S.XX

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