El
Tintorero.-
“Los tintes se han inventado para engalanar y
divertir la vista,
Como así mismo para distinguir con ellos las clases de objetos por sus divisas:
alegran al mismo tiempo y dan tonación a los sentidos,
ya por la alegría que causan los
encarnados como
por la tristeza que ocasiona el
negro….”
Ramón
Igual, Maestro Tintorero español del siglo XVIII
En la Edad Media el oficio de tintorero es un oficio artesanal,
distinto del de comerciante de paños o de materias colorantes. Además, está
severamente reglamentado: a partir del siglo XIII, son frecuentes los textos
que determinan su organización o su enseñanza, sus derechos y obligaciones, la
lista de colorantes lícitos y de colorantes prohibidos. Fue una profesión
siempre sospechada y en mayor o menor medida marginada.
La desconfianza suscitada por el conjunto de las labores de teñido
es común a muchas sociedades desde épocas antiguas. Pero en la Europa medieval
cristiana parece ser aún más fuerte que en cualquier otro lado y se manifiesta
tanto en las prácticas verdaderas como en el ámbito de las leyendas y el
imaginario. Abundan fuentes que ponen de relieve el carácter inquietante, si no
diabólico, de ese oficio prohibido para los clérigos y desaconsejado para la
gente honesta.
La industria textil es la única gran industria del Occidente
medieval y en todas las ciudades pañeras los tintoreros son numerosos y están
poderosamente organizados. Sin embargo, son frecuentes los conflictos que los
oponen a otros cuerpos de oficios, sobre todo a los pañeros, tejedores y
curtidores. En todas partes, los rígidos reglamentos profesionales reservan a
los tintoreros el monopolio de las prácticas de teñido. Pero los tejedores, que
no tienen derecho a teñir, lo hacen de todos modos. Eso da origen a numerosos
litigios y juicios.
Secuencia de un vertido de colorantes de una famosa industria textil a la Riera de Rubí (Barcelona). Contemplando el color de la riera podía predecirse los colores de moda en la temporada siguiente |
Con los curtidores -otros artesanos sospechosos, puesto que
trabajan a partir de cadáveres de animales- los conflictos no tienen que ver
con el tejido sino con el agua del río. Tintoreros y curtidores tienen una
necesidad vital de ésta para ejercer sus oficios, como es el caso, por otra
parte, de muchos otros artesanos. Pero el agua debe estar limpia. Ahora bien,
cuando los primeros la han ensuciado con sus materias colorantes, los segundos
ya no pueden utilizarla para dejar macerar sus pieles. Esto también genera
conflictos y pleitos.
Los reglamentos prohíben teñir una tela o trabajar con una gama de
colores para la que no se tiene licencia. En el caso de la lana, por ejemplo, a
partir del siglo XII, si se es tintorero de rojo, no se puede teñir de azul y
viceversa. Por el contrario, los tintoreros de azul con frecuencia se hacen
cargo de los tonos verdes y los tonos negros y los tintoreros de rojo, de la
gama de los amarillos. En algunas ciudades de Alemania e Italia la
especialización se lleva aún más lejos: para un mismo color, se diferencia a
los tintoreros según la única materia colorante que tienen derecho a utilizar.
Esa estricta especialización de las actividades de teñido es consecuencia
de la aversión por las mezclas, heredada de la cultura bíblica, que impregna
toda la sensibilidad medieval. Sus repercusiones son muchas, tanto en los
ámbitos teológico y simbólico como en la vida cotidiana y la cultura material.
Mezclar, remover, fusionar, amalgamar son operaciones que con frecuencia se
consideran infernales, puesto que transgreden la naturaleza y el orden de las cosas
querido por el Creador. Todos aquellos que se ven obligados a practicarlas
debido a sus tareas profesionales (tintoreros, herreros, boticarios,
alquimistas) despiertan temor o sospecha puesto que parecen hacer trampas con
la materia. Por otra parte, ellos mismos dudan de si dedicarse o no a
determinadas operaciones, como por ejemplo a la mezcla de dos colores para
obtener un tercero. Se yuxtapone, se superpone, pero no se mezcla
verdaderamente.
Antes del siglo XV, ninguna compilación de recetas para fabricar
colores nos explica que para obtener el color verde haya que mezclar azul con
amarillo. Los tonos verdes se obtienen de otra manera, ya sea a partir de
pigmentos naturalmente verdes, ya sea sometiendo colorantes azules o grises a
tratamientos que nada tienen que ver con la mezcla.
Hasta el siglo XVIII los tintoreros son artesanos misteriosos e
inquietantes, temidos sobre todo porque son turbulentos, pendencieros,
buscapleitos y reservados. Además, manipulan sustancias peligrosas, apestan el
aire, contaminan las aguas de los ríos, son sucios, llevan ropas salpicadas y
tienen las uñas y los cabellos manchados.
Existen numerosas ordenanzas y prohibiciones en relación con los
vertidos de los tintes a lo largo de la edad media, a modo de ejemplo, entre
los años 1498 y 1500 se prohíben los vertidos de tintes en los cauces de los
ríos Clamores y Eresma por problemas de escasez de agua y contaminación
excesiva.
En la época carolingia, se pretendía que sólo las mujeres sabían
teñir eficazmente, puesto que por naturaleza eran impuras y algo hechiceras. Se
consideraba que los hombres eran poco habilidosos o que traían mala suerte en
los procedimientos realizados para esa actividad.
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