El Alcalde del agua
Baza
conserva vigente desde el siglo XVI la figura del alcalde del agua, que cuenta
con autoridad para solucionar los conflictos del regadío bastetano.
“Hordenanças de los alcaldes del agua por donde an de juzgar los pleitos que ante
ellos vinieren que por la justicia y regimiento están ordenadas por el bien
publico de esta cibdad e su tierra”
Así regulan
las ordenanzas municipales de Baza, en el siglo XVI, la figura del alcalde del
agua, un cargo que aún en nuestros días se mantiene vigente en Baza. El oficio
del alcalde del agua se mantiene en baza desde hace quinientos años
Un modelo de
justicia - que recuerda al Tribunal de las aguas valenciano- por el que la
solución a los conflictos relacionados con el agua viene dada de la mano de una
institución que en Baza es respetada por todos. En la actualidad, el alcalde
del agua en Baza es el concejal de Agricultura del Ayuntamiento. Una
concesión real de 1630 otorgó al cabildo bastetano potestad para nombrar
alcaldes del agua.
Aunque la
aparición de las Comunidades de Regantes han limitado su función a los pleitos
relacionados con el manantial de Siete Fuentes - el único gestionado
actualmente por el gobierno municipal-, el oficio de alcalde del agua en Baza
todavía hoy es imprescindible en la vega bastetana.
No obstante, a pesar de los cinco siglos de existencia de esta figura, muchos problemas parecen no caducar cuando se trata del agua. “El reparto del agua sigue siendo el principal conflicto. Un regadío secular, “que apenas se ha modernizado”, unido al abandono de la tierra, complica el paso del agua “porque los propietarios no se ocupan ya de la limpieza y mantenimiento de los brazales”, asegura el alcalde.
De hecho, la
función actual sigue siendo la que dictaron las ordenanzas del dieciséis:
actuar como jueces en los pleitos por el uso del agua de riego, el cuidado de
los caminos, ordenar la limpieza de las acequias y velar para que no se
hiciesen balsas sobre las acequias de la ciudad, así como la administración del
riego.
Según relata
Soledad Lázaro Lamas, tal era el interés de la ciudad en mantener esta figura,
que la concesión real de Felipe IV, de 1630, no fue gratuita, sino vendida al
Cabildo bastetano, que tuvo así facultad permanente para nombrar alcaldes del
agua y el control sobre este oficio hasta nuestros días.
En nuestras
tierras de secano, cualquier humilde venero de agua era un bien muy apreciado y
aprovechado para cultivar aquí unas lechugas, allí unos tomates o cebollas.
Ramblizos, fuentes, choclas, azudes, etc. originaban algunas veces sus propios
sistemas de riego, canalizando las menguadas aguas por medio de acequias. El
pueblo y las aldeas estaban rodeados por fértiles huertas de verano cuyos
productos servían para complementar la dieta familiar. Todos estos riegos
contaban con su propio “alcalde de aguas” (en otros lares denominados “jueces de
aguas”), personas de confianza que regulaban los turnos de toma de agua, se
encargaban de que las acequias estuvieran limpias o de dirimir los conflictos
que pudieran suceder. Es decir, la versión local y humilde de la histórica
institución valenciana de “Tribunal de las Aguas”.
En una tarde de fin de
verano hablamos con Victoriano Olmo Descalzo, alcalde de aguas de Casas del
Rey, concretamente del sistema de riego denominado “Huerta de la Perrilla”.
Victoriano, que transpira bonhomía y confianza nada más hablar con él (por algo
fue elegido “alcalde de aguas”), combina en su charla el recuerdo de todo el
aprovechamiento hortícola de la aldea con la vida cotidiana en Casas del Rey.
Eran cinco los sistemas de riego de Casas del Rey: Huertas de la Fuente de la Reina,
Perrilla, Balsa de los Mudos, Presa Ramas y Hortelanos. La aldea siempre se ha
considerado privilegiada por la abundancia de fuentes y manantiales.
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