El pasado 5 de junio nació El Ágora,
Por alguna razón, cuya
justificación se me escapa, el ciudadano medio español mayoritariamente
urbanita ha perdido la cultura de valorar el agua
Presidente de
la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS)
Pero
sobre todo desconoce la complejidad, tecnificación y recursos que la sociedad, a través de los operadoresespecialistas en servicios urbanos,
emplea para desempeñar las continuadas tareas (24X365) que exigen los servicios
de abastecimiento y saneamiento.
Y ello, a pesar de los programas de
información, talleres escolares, jornadas de puertas abiertas y otros
mecanismos de divulgación que los
operadores desarrollan para explicar la razón y
tecnología asociada a la prestación de estos servicios.
Quizás la explicación hay que encontrarla
en la razonable eficiencia de estos servicios. En abastecimiento, la
continuidad del servicio y la seguridad en el suministro de agua,
siempre con aptitud para el consumo humano, sin
fallos, problemas o disminución del asumido confort. En saneamiento, porque el
agua usada y contaminada desaparece por los desagües domésticos y parece que
los ríos han mejorado gracias a la depuración de las aguas residuales.
Suelo repetir que hoy, en España, estamos
de notable en abastecimiento y que en saneamiento solo aprobamos “por los pelos”,
pero que tenemos el problema de la sostenibilidad del
mañana, del futuro cercano.
Y lo
repito porque hay claros indicios para preocuparnos por las nuevas generaciones
y por los servicios que les dejaremos que, de seguir así, seguro que serán de
insuficiente, de suspenso.
Cuando en el año 2015, como parte de una
nueva agenda de desarrollo sostenible, los líderes mundiales adoptaron un
conjunto de objetivos globales para
erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos,
obviamente no se olvidaron del agua. Y aunque implícitamente forma parte de la
gran mayoría de los 17 objetivos, se le ha dedicado uno específico: el número
6. Lo explicitaron concretamente como AGUA LIMPIA Y SANEAMIENTO.
Tengo que reconocer que las primeras veces
que me acerqué a estos objetivos, a sus premisas y sus metas, me pareció que
eran una especie de rejuvenecimiento de los Objetivos del Milenio,con
los que la comunidad mundial enfocó la preocupación global y la necesidad de
cooperación internacional a principios del siglo XXI. Sin embargo, los
encuentros con expertos nacionales e internacionales me sacaron de mi error.
Esta nueva agenda no sólo pone el foco en los países en vías de desarrollo, en
las fuertes carencias que existen a nivel mundial, sino que también indican que
es preciso centrarse en lo nacional, en lo autonómico y en lo local. Este
enfoque hacia lo cercano, lo inmediato, lo propio o lo que nos concierne como
sociedad, es esencial y definitorio de la evolución de las agendas mundiales que
se concretan en los ODS.
Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los
próximos 15 años. Para cumplirlas todo el mundo tiene que hacer su parte: los
gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las personas.
Los
relativos al agua se resumen, muy sucintamente, en:
– Lograr el acceso universal y equitativo al agua potable y al saneamiento, a
un precio asequible para todos y especialmente para los más vulnerables.
– Mejorar la calidad del agua reduciendo la contaminación.
– Aumentar considerablemente el uso eficiente de los recursos hídricos.
– Implementar la gestión integrada de los recursos hídricos a todos los
niveles, incluso mediante la cooperación transfronteriza.
– Proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua.
– Ampliar la cooperación internacional y el apoyo prestado a los países en
desarrollo.
– Apoyar y fortalecer la participación de las comunidades locales en la mejora
de la gestión del agua y el saneamiento.
Si los
analizamos en lo que nos afecta, en una primera aproximación podríamos decir
que nuestra gobernanza, administración y gestión se encuentran alineadas con
estos objetivos. Pero, no nos equivoquemos, somos una sociedad desarrollada y
debemos mantener una posición ambiciosa en relación con el máximo nivel de
cumplimiento de estas metas en nuestros territorios. Es oportuno que
profundicemos y nos hagamos alguna pregunta: ¿realmente estamos haciendo las cosas
de acuerdo a los principios y estrategias de los ODS, según nuestro nivel de
desarrollo?
Tenemos
que ser críticos y rigurosos. Parecería que el primer objetivo lo cumplimos
pero, ¿realmente podemos asegurar el nivel de calidad y seguridad en la
prestación de estos servicios a las siguientes generaciones? Desde nuestra
óptica la respuesta es negativa.
Sabemos que Europa nos está abriendo
expedientes sancionadores por el incumplimiento de la Directiva 271/91 sobre
Aguas Residuales porque los vertidos de un 15% de la población no son conformes
con las exigencias autoimpuestas. Por tanto no cumplimos.
¿Estamos
reduciendo la contaminación? Creo que no estamos trabajando con el impulso y
esfuerzo que requeriría la situación, ni preventiva, ni correctivamente.
Culturalmente
no hemos asumido todavía el criterio de mejorar la calidad de las masas de agua
─que es el gran reto de la Directiva Marco del Agua (DMA)─ y tenemos que
mejorar los mecanismos de transparencia hacia la sociedad para apoyar y
fortalecer la responsabilidad y participación de los usuarios.
Los
profesionales de la operación de los servicios urbanos del agua venimos
reclamando de nuestras autoridades cinco acciones básicas, que ayudarían al
cumplimiento de los ODS:
-Avanzar en la resolución del déficit actual de infraestructuras, con especial
enfoque en la renovación de nuestro poderoso parque actual. Ello solo se puede
hacer mediante un esfuerzo sostenido de inversión.
-Implantar procedimientos claros de recuperación de costes y establecer
criterios sostenibles para repartir las cargas, siguiendo la premisa de la DMA
respecto a la contribución adecuada por parte de los usuarios. Hay que reforzar
el papel de las tarifas, ya que demuestran ser el instrumento económico más
eficiente y justo.
-Armonizar la profusa legislación y normativa, de modo que se reduzcan las
excesivas heterogeneidades entre localidades y territorios, y establecer un
cuerpo regulador que asegure el cumplimiento del marco básico.
-Fomentar de forma efectiva, real y práctica la innovación. El empleo de la
“compra pública innovadora” por parte de las Administraciones Públicas y una
coordinación de las acciones investigadoras elevando su escala, magnitud y
sinergias, favorecerían esta apuesta.
– Debe ser promovido por todos los actores un acuerdo político y social sobre
el agua, para derivar de él una “estrategia de Estado” a medio y largo plazo.
No
quiero concluir sin insistir, también, en la importancia del ODS 17 para
avanzar en la eficiencia de los servicios urbanos. Parafraseando su propio
enunciado, se hace necesario tomar medidas para facilitar y activar las
alianzas entre actores.
En la
coyuntura actual, me preocupa que no se analice con rigor el tradicional y
exitoso papel de las colaboraciones público-privadas, que tan buen resultado y
ejemplos han dado en España desde hace siglo y medio y que, por
posicionamientos radicales sin base justificable ni real, haya responsables
políticos que pretendan minimizarlas o eliminarlas, cuando a nivel mundial
(ONU, OCDE, Unión Europea, etc.) se busca, precisamente, la integración y la
cooperación, es decir, las alianzas.
Asimismo,
me preocupa que actualmente sean tan débiles las alianzas público-públicas
entre la administración local, que es quien tiene las competencias en materia
de servicios de agua urbana, y las administraciones de rango superior. Es
preciso reforzar estas alianzas.
Para
todo ello, el ciudadano tiene que volver a reconocer la importancia y el
verdadero valor del agua y debe asumir una responsabilidad que ha perdido u
olvidado. Todos debemos contribuir a ello. La formación, la información
transparente y comprensible, así como la involución, ayudarán a cumplir
nuestras deficiencias actuales preparándonos para el futuro. Las metas
planteadas por los ODS son unos buenos referentes para conseguir el uso
sostenible y racional del agua.
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