martes, 4 de junio de 2019

Las siete vidas del plástico. Antonio Cerrillo. La Vanguardia


Un estudio de la Universidad de Plymouth (Reino Unido) puso en duda recientemente que las bolsas de plástico biodegradables o compostables lo sean realmente. Estas bolsas han aparecido como una solución alternativa para favorecer que los plásticos se descompongan más fácil y rápidamente y evitar su impacto en naturaleza.
Pero la referida investigación concluyó que estos materiales pueden tardar hasta tres años antes de desaparecer. ¿Es este un mazazo para los intentos de la industria del plástico de presentar su cara más amable o responsable?
La industria de plástico cada vez se siente más condicionada por la repercusión social y el impacto de los plásticos en la naturaleza. Biólogos, oceanógrafos u ornitólogos han documentado los efectos de esta contaminación. Y en este contexto (productores, envasadores…) está dando respuestas continuas, más o menos coyunturales, a las demandas sociales. Un total de 150 grandes empresas reunidas por la Fundación Ellen MacArtur se han sumado al compromiso mundial para lograr que el 100% de los envases plásticos puedan reutilizarse, reciclarse o convertirse en compost en el 2025. La cadena Lidl ya no vende las denostadas bolsas de plástico de un solo uso (son de papel); acaba de presentarse un envase para alimentos frescos que reduce el 90% el plástico (el resto es cartón...).
Un estudio de la Universidad de Plymouth (Reino Unido) puso en duda recientemente que las bolsas de plástico biodegradables o compostables lo sean realmente. Estas bolsas han aparecido como una solución alternativa para favorecer que los plásticos se descompongan más fácil y rápidamente y evitar su impacto en naturaleza.
Pero la referida investigación concluyó que estos materiales pueden tardar hasta tres años antes de desaparecer. ¿Es este un mazazo para los intentos de la industria del plástico de presentar su cara más amable o responsable?
La industria de plástico cada vez se siente más condicionada por la repercusión social y el impacto de los plásticos en la naturaleza. Biólogos, oceanógrafos u ornitólogos han documentado los efectos de esta contaminación. Y en este contexto (productores, envasadores…) está dando respuestas continuas, más o menos coyunturales, a las demandas sociales. Un total de 150 grandes empresas reunidas por la Fundación Ellen MacArtur se han sumado al compromiso mundial para lograr que el 100% de los envases plásticos puedan reutilizarse, reciclarse o convertirse en compost en el 2025. La cadena Lidl ya no vende las denostadas bolsas de plástico de un solo uso (son de papel); acaba de presentarse un envase para alimentos frescos que reduce el 90% el plástico (el resto es cartón...).
“Las empresas ven que el público no quiere tanto plástico”, explica Joan Marc Simón, portavoz de la oenegé europea Zero Waste. “Las marcas reconocidas ven amenazada su imagen y están buscando soluciones alternativas. Pero falta ver si superan la fase retórica y cambian las cosas realmente”, añade Simón.
Fundación Rezero
“La industria siempre encuentra una brecha; pero debe dejar de plastificar el planeta”

El impulso de los plásticos biodegradables y compostables es parte de la estrategia de la industria para reducir sus impactos y reconciliarse con el consumidor. Pero conviene retener algunas ideas previas: 1) Abandonar estos plásticos no es nunca una opción; se deben recoger en contenedores apropiados y gestionarlos adecuadamente. 2) La industria ya ha creado plástico biodegradable en suelos (filmes-acolchados que reducen la contaminación en campos agrícolas) o en el agua (bolsitas para detergentes para lavadora o lavavajillas), sujetas a normas particulares. 3) Los plásticos biodegradables deben ir al contenedor amarillo.
“Un producto con etiqueta biodegradable no aporta nada si no especifica en qué condiciones se da su biodegradabilidad y en base a qué norma”, precisa Susana Aucejo, directora de I+D
del Instituto Tecnológico del Embalaje, Transporte y Logística (Itene).
La norma de referencia para garantizar la plena descomposición del plástico es la reglamentación europea sobre compostabilidad en plantas industriales.
Pero para conseguir este objetivo se requieren condiciones muy estrictas de temperatura, humedad y actividad biológica en estas plantas. Para que un plástico sea compostable, el proceso que se aplique debe degradarlo el 90% en seis meses, descomponerlo en fragmentos de menos de 2 mm y ser aprovechable como compost para la agricultura, recuerda Aucejo.
Racionalizar su uso
Los expertos no ven censurable ningún material salvo el plástico de un solo uso
Ya existen en el mercado aplicaciones de plásticos compostables (bolsas para basura orgánica, cápsulas de café, envases flexibles para verduras, o vajillas de un solo uso para eventos). Todos ellos se pueden descomponer siempre y cuando se recojan y se traten en plantas adecuadas. En Catalunya, se deben tratar junto a los residuos orgánicos y ser llevados a plantas para hacer compost.
“Es obvio y previsible que si un plástico se tira a la calle no se biodegrada de forma rápida, como tampoco pasa con la madera”, dice Ángela Osma, secretaria general de la Asociación Española de Plásticos Biodegradables (Asobiocom). Osma defiende que los plásticos biodegradables y los compostables, con el argumento de que ayudan a reducir la generación de residuos y facilitar su gestión; esgrime que pueden ser una buena solución para ciertas aplicaciones, aunque admite que no son una solución generalizable.
“La industria parece actuar bajo esta premisa: ‘ya que el plástico parece un problema, vamos a fabricar plásticos biodegradables y plásticos compostables’. Pero perdemos la oportunidad de ir a la raíz del problema. Y ésta es la reducción de residuos”, señala Rosa García, director de la fundación Rezero, dedicada a la prevención de desechos.
La industria del plástico se reencarna continuamente. Se reinventa. Cuando en Catalunya se puso en marcha la campaña contra las bolsas de un solo uso, aparecieron las bolsas oxodegradables (en las que se añade un aditivo que disgrega el plástico en partículas), pero se demostró que no se desintegran.
Y cuando en Catalunya se prohibió la gratuidad de las bolsas de un solo uso, los supermercados generalizaron las pequeñas bolsas de sección para frutas y verduras. “La industria del plástico siempre encuentra una brecha para introducir nuevos plásticos en el mercado. Y es lo que continúa haciendo ahora. Pero deben dejar de plastificar el planeta”, añade Rosa García. “La industria del petróleo tiene más beneficios con el plástico que con el refino. Por eso, va seguir invirtiendo en el plástico. Su nuevo gran mercado de envases es África y el sudeste de Asia”, sostiene Joan Marc Simón.
Rosa García denuncia que se “están poniendo en el mercado productos que se autodenominan biodegradables o compostables sin que esté garantizado su descomposición. Alerta de que se produzca una situación como la registrada hace unos años cuando aparecieron los falsos yogures bio. “Hay empresas que aseguran que sus bolsas son compostables y no lo pueden demostrar de manera objetiva, mientras que otras han hecho los ensayos correspondientes según la norma, y pueden demostrarlo”, dice ecléctica Susana Aucejo (Itene).
“Ningún residuo debe tirarse a la acera, todos hay que depositarlos en un lugar para ser tratado adecuadamente”, insiste Angela Osma. (Asobiocom). Las bolsas compostables que se reparten en algunos grandes comercio pueden servir para diversos usos, pero –una vez convertidas en residuo– deben ir al cubo de la fracción orgánica de la
basura (para ir a una planta y producir compost), según recuerda la Agència Catalunya de Residus. Si estas bolsas se acaban abandonando en el mar o el suelo, no se degradarán. Deben tratarse con la fracción orgánica.
“Los plásticos provocan una distorsión continua. El problema lo originan los plásticos de un solo uso”, resume Anna Peña, técnica de Rezero. Los expertos resaltan que no hay que criminalizar ningún material, sino racionalizar el uso del plásticos y aplicar políticas de reutilización. “Es preferible un plástico reutilizable que cientos de vasos biodegradables o compostables. Este vaso PET –nos señala Rosa García– tiene un mejor ciclo de vida que los 5.000 vasos compostables que se pueden repartir en unas fiestas populares, porque de lo que se trata es de frenar el derroche de recursos y prevenir la contaminación”. 
 Las empresas “son cada vez más conscientes” de todos estos impactos, dice Susana Aucejo (Itene), convencida del impulso de cambio que vendrá con la nueva legislación europea. “El sector se está viendo obligado a cambiar las estructuras de los materiales de envase con el objetivo último que sean envases reciclables o biodegradable/compostables”, dice Aucejo. ¿Estamos ante en la antesala de un nuevo renacer del plástico?



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