Mientras que en algunas ciudades el gusto de este elemento es neutro y
fresco en otra sabe horrible
"Incolora, inodora e insípida"
se suele decir en referencia al agua. Sin embargo, la movilidad de una ciudad a
otra ha demostrado que no siempre esta afirmación tiene sentido. Existen lugares en los que el agua presenta un sabor neutro,
mientras que en otros el gusto es espantoso.
La calidad de este elemento del que ser
humano no puede prescindir preocupa. Tanto es así que las ventas de este
líquido embotellado no han parado de incrementarse en los últimos años: en 2016
creció un 7%, alcanzando los 1.245 millones de euros. Aumento que, por otro
lado, repercute en un mayor gasto y en el medio ambiente con la
generación de residuos de plástico, según denuncia la Organización
de Consumidores y Usuarios. Pero ahora bien, ¿es saludable el agua del grifo?
La respuesta es afirmativa. Como apunta
el Ministerio de Sanidad, el 99,5% del agua del
grifo está testada y se considera segura para el consumo. En
cuanto al 0,5% restante se debe a causas temporales (cortes o incidencias).
"El agua de los servicios públicos de abastecimiento es uno de los
productos de ingesta con mayores controles de calidad. En España, en general,
la calidad es excelente pero ocurre que a veces no gusta lo que se recibe por
los sentidos (sabor, olor...)", explica Fernando Morcillo, presidente de
la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS).
El sabor desagradable del agua en
algunas ciudades no es un indicador de falta de calidad, sino más bien está
relacionado con la concentración de minerales en
una determinada cantidad de agua, en concreto sales de magnesio y
calcio (carbonato cálcico). Si la presencia es alta al agua se la califica como
dura, mientras que si alberga poca cuantía se la conoce como blanda.
Algo que está supeditado a la formación
geológica por la que fluyen las aguas o si procede de un recurso superficial,
como un río, o subterráneo, como un pozo. Si el suelo es calcáreo se
generará más contenido de cal que un suelo granítico. Por zonas, se
localizan las aguas más duras en las regiones mediterráneas(Tarragona,
Castellón, etc.) donde el contenido en cal es elevado. Mientras que en la mitad
este y sur de la Península los niveles son medios y altos en cal. En el
centro-noroeste se hallan las más blandas por la reducción de estos minerales.
Y en las islas son aguas salobres.
"En Madrid,
Burgos o San Sebastián es muy buena por su origen natural,
además de los tratamientos que se aplican", afirma Morcillo. Además,
Madrid es la "comunidad en la que menos agua envasada se consume: 59
litros por habitante y año frente a los 148 de media nacional. Esto da cuenta
de la calidad del agua", añade Marta Soriano, subdirectora de
Planificación, Recursos Hídricos y Abastecimiento del Canal de Isabel II.
No obstante, la calidad final del agua
del grifo depende además de la fuente de abastecimiento, de cómo se trata para hacerla potable y también de las instalaciones
del edificio. "En el Canal el tratamiento es muy exigente, los
controles en los embalses son continuos. Se llevan a cabo hasta seis millones
de análisis al año", dice Soriano.
Aunque la dureza influye en las
propiedades organolépticas del agua, la Organización Mundial de la Salud no ha hallado evidencias que muestren que pueda perjudicar la
salud. Si bien "es probable que un médico no se la recomiende a
alguien con problemas de cálculos renales", cuenta Morcillo. Eso sí,electrodomésticos y tuberías salen peor parados: el
exceso de cal puede formar incrustaciones a largo plazo y generar problemas en
las instalaciones del hogar.
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