Ni fabricantes ni
administraciones: nadie cambia el etiquetado para que las toallitas higiénicas
húmedas no acaben en el váter
Las marcas más populares mantienen en los envases
indicaciones de que este producto contaminante se arroje al inodoro
Las asociaciones de consumidores y las empresas públicas de
depuración quieren cambios pero se reconocen impotentes
En el Gobierno de España, los ministerios se pasan la
responsabilidad de uno a otro cuando no a las autonomías, y viceversa
Olga Granado 02/03/2018 El Diario.es
Las toallitas tiradas al inodoro son un problema ecológico
que cuesta más de 200 millones al año en España
El constatado problema de las toallitas higiénicas húmedas,
que desde el inodoro terminan en la red de saneamiento, tiene un enemigo que
nadie se ha aventurado a combatir en serio: el etiquetado del producto. Las
marcas más populares del mercado invitan sin pudor a que se arrojen en el
váter, con el correspondiente símbolo, pese a que las empresas públicas de
saneamiento insisten en que el tiempo que tardan para desintegrarse no es
asumible por los sistemas de depuración y que desde el propio Ministerio de
Agricultura, Pesca, Alimentación y Medioambiente (Mapama) sostienen que todas
deben terminar en el cubo de la basura.
Sin embargo, más allá de esto, las autoridades no toman
ninguna medida contra lo que se ha convertido en un problema medioambiental en
todas las grandes aglomeraciones urbanas, y los fabricantes tampoco, porque
están convencidos de que no están engañando y que son como el papel
higiénico.
El problema no lo provocaban a esta escala las toallitas de
bebé, que llevan décadas en el mercado y en cuyos paquetes no hay nada que
induzca a pensar que se pueden tirar en el retrete. Como tampoco pasa con las
desmaquillantes o las de limpieza del hogar. El problema empezó a detectarse en
2009, según apuntan desde la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y
Saneamiento (AEAS), cuando se había generalizado el uso del llamado papel
higiénico húmedo, en principio con compuestos menos resistentes que las otras
toallitas húmedas.
No es sólo cuestión de que el etiquetado invite a arrojarlas
al váter, a veces con la especificación de "no más de dos por
descarga". También la misma denominación de "papel higiénico
húmedo" lleva a creerlo. O que en los lineales de los supermercados se
suelen colocar con el papel higiénico clásico. Y pese a que en el etiquetado
aparece como biodegradable, en el mismo
paquete figuran compuestos que no son sólo celulosa, sino que contienen fibras
sintéticas y sustancias que impregnan el tejido (conservantes, surfactantes,
hidratantes, etcétera).
La clave está en el concepto mismo de biodegradable. No
existe una legislación pero tampoco una norma técnica aceptada
internacionalmente y hay diferencias incluso entre los fabricantes y los
responsables de saneamiento sobre cómo deben ser los test para comprobar si
pueden ser usadas para el váter. Es decir, a la hora de reproducir en el
laboratorio cómo se iría degradando la pieza en las cloacas.
"Existe una norma propia de los fabricantes, que ya les
hemos apuntado que no es todo lo precisa ni adecuada técnicamente porque
prácticamente cualquier producto la cumple. Por tanto no puede ser buena",
resume Fernando Morcillo, presidente de AEAS. Dicha norma establece que no es
biodegradable si está compuesta de poliésteres. Pero sí lo dan como
biodegradable si es a base de la celulosa modificada o fibras sintéticas.
"Pero nosotros, como operadores del servicio de agua, no estamos de
acuerdo de con esa definición porque son biodegradables a larguísimo plazo y
las depuradoras funcionan a muy corto", apostilla.
Desde AEAS llevan dos campañas de información entre los
fabricantes y distribuidores "para que sean más respetuosos" y que
influyan menos con ese tipo de publicidad que es "un poco engañosa",
pero sin mucho éxito a la vista de los resultados. "La administración es
muy lenta y considera que el etiquetado es suficiente y hemos apostado por
influir en la concienciación de las empresas y la sociedad y llevamos dos años
mandándoles información. No hemos explorado la vía de demandar concretamente
porque no nos corresponde, sino que queremos dar soluciones razonables de
carácter técnico y que el fabricante sea consciente de que debe ser
sensato", aclara.
Y mientras desde las empresas de saneamiento "se está
presionando sobre todo de la voluntariedad técnica de acoplarse a normas más
estrictas", desde las administraciones se arrojan la pelota unas a otras.
Desde el Mapama sostienen que no tienen nada que decir en este tema porque no
es "autoridad en materia de consumo". Es decir, no entra "en las
certificaciones de qué empaquetado es correcto o no". Se remiten a la
Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) porque
es "la competente", si bien reconocen que han participado "en
campañas de recomendación para que se tiren al cubo de la basura". De
hecho, el Mapama reconoce que"no deben arrojarse nunca al inodoro"
porque "pese a incluir la etiqueta de biodegradables, no se degradan en el
agua con la facilidad que lo hace la celulosa del papel higiénico".
Desde Aecosan, que depende del Ministerio de Sanidad y
Servicios Sociales e Igualdad, exponen que " este tema depende de las
autoridades medioambientales, tanto estatales como autonómicas, ya que está
dentro de su órgano competencial". Pero igual que hacía el Mapama, las
autonomías dicen que no es su competencia. "No tenemos constancia de que
se haya recibido ningún escrito ni comunicación en dicho sentido. La Dirección
General de Consumo no tiene las competencias en esta materia", exponen
desde la Junta de Andalucía.
Incremento en los
costes de depuración
Los atascos con este producto suponen un incremento del
coste de depuración superior a un 15% por las incidencias en las cloacas, las
tareas para la retirada de las bolas de residuos en las que se convierten, las
averías en los sistemas, las inversiones adicionales en equipamientos… No sólo
son obstrucciones, sino luego tratamiento y eliminación de esa carga adicional.
La Organización de
Consumidores y Usuarios (OCU) realizó un estudio de 15 de las marcas más
comunes en el mercado y "ninguna de ellas resultó ser ni desechable ni
biodegradable". Mientras que el papel higiénico se desintegra en el agua
casi por completo (95%) en media hora, las toallitas higiénicas húmedas se
disgregan en apenas un tercio de su materia después de dos días en el agua. Hay
otro problema medioambiental, ya que las fibras sintéticas "contribuyen a
la contaminación de los ecosistemas con microplásticos". Ya se han
comenzado a observar los primeros efectos, el Instituto Español de Oceanografía
ha revelado que uno de cada seis peces comestibles contiene microplásticos en
sus estómagos.
La OCU exige a los fabricantes una acción inmediata que
"pasaría por retirar todos aquellos mensajes donde se está indicando que
son desechables, biodegradables, papel higiénico húmedo...", ya que
inducen a error y esto repercute negativamente en el comportamiento de los
consumidores. En paralelo, solicita una regulación de estos productos en la que
se exijan pruebas estandarizadas de disgregación y biodegradabilidad. Es más,
pide que la Comisión Europea ponga en marcha cambios legislativos y normas
técnicas.
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