EL FUTURO DE LA PESCA.
Los barrenderos del mar
Pescadores de Barcelona impulsan un programa pionero para reciclar la basura del litoral
Pescadores de Barcelona impulsan un programa pionero para reciclar la basura del litoral
La Vanguardia 22.11.15
Las cosas en el mar están cambiando. Cuatro
gatos dan la bienvenida cada tarde en el puerto de Barcelona a
Miguel Soler, de 82 años, 55 entre redes y aparejos. Miguel les regala alguna
sardina mientras espera la llegada del Hermanos Parrones, el barco donde faenan
su hijo Juan y su nieto Dani, de 56 y 31 años. Cuando llegan, ellos también les
dan de comer, pero les tiran un puñado de pienso. “Les gusta más”.
Juan y Dani, casi diez horas en el mar, entre Gavà y
Castelldefels, han pescado rapes, salmonetes, merluzas, botellas, bolsas, botes
de pintura, zapatos... “Podríamos montar una zapatería con los que llevamos
este año”. José Manuel Juárez, patrón mayor de la Confraria de Barcelona, hijo,
nieto, bisnieto y tataranieto de pescadores, asiente. Sus compañeros comenzaron
a llevar la basura a tierra hace mucho tiempo, pero antes sólo
se preocupaban de la pesca de altura: lavadoras, colchones, motores o inodoros.
El Labio sacó una vez un enorme carro de bueyes con ruedas y
todo. Cómo llegó al fondo del mar es un misterio. El Galán se encontró una
bomba de la Segunda Guerra Mundial. Miguel Bernal, uno de los veteranos de a
bordo, la identificó en seguida, a pesar de la costra de moluscos que la
enmascaraba. Si algún incrédulo no le creyó, cuando atracaron se acabaron las
dudas. La policía portuaria acordonó la zona y llamó a la Guardia Civil.
También es frecuente en el litoral del Maresme –y muy peligroso si se navega a
20 o 30 nudos por hora– la presencia de troncos, sobre todo después de fuertes
lluvias y riadas.
Uno de estos árboles a la deriva abrió una vía de agua en el
Deiroma, que tuvo que embarrancar y ser remolcado días después, en cuanto se
pudo taponar el agujero. Los pescadores solían trasladar al puerto todas estas
minas. Pero volvían a arrojar todo lo demás: latas, bidones, plásticos cuerdas.
¿Quién quería rebuscar entre las redes después de una jornada agotadora? Ahora
ya no hay enemigo pequeño y lo retiran todo. El mérito es de la Confraria de
Pescadors, que impulsa un programa pionero para reciclar la basura del litoral,
con la ayuda del puerto de Barcelona y la Agència de Residus de Catalunya. ¿El
nombre del plan? Mar viva.
José Manuel Juárez, el primer patrón
mayor de Barcelona que no es armador, sino marinero, estuvo años intrigado por
lo que parecía una pasta de celulosa que se adhería a las redes y las obturaba.
Las mallas no desaguaban y se reventaban por el peso cuando eran izadas, como
un globo excesivamente hinchado. Al final se descubrió qué era aquello: restos
de toallitas húmedas supuestamente desechables. Biodegradables, dicen algunos
fabricantes.
Es una pesadilla. Las toallitas,
cuyo consumo ha experimentado un crecimiento espectacular, pueden obturar
cañerías, alcantarillas y depuradoras. Las que llegan al mar siguen ocasionando
daños. La única solución consiste en extender las artes de pesca al sol durante
al menos tres meses para que la madeja se desprenda y pueda ser retirada a
mano. Hay barcos que cada año tienen que dejar las redes en barbecho y
sustituirlas por otras que pronto sufren el mismo problema. Pero el riesgo no
es sólo ese. Las toallitas, como el plástico y otros residuos, pueden llegar al
estómago de los peces y afectar a la cadena trófica.
Eureau, la patronal europea de
proveedores de agua potable y saneamiento de residuos, que da servicio a más de
400 millones de personas en 27 países, denuncia que ocasionan “daños
cuantiosos”. Más de 500 millones de euros al año, según algunas fuentes. Los
pescadores, los damnificados más olvidados hasta ahora, piden a los fabricantes
que no confundan a los consumidores con etiquetas poco claras y que recalquen
que el destino final de este y otros productos de higiene es el cubo de la
basura. “El inodoro –dicen– no es una papelera”.
Y el mar tampoco.
Ni un basurero o una chatarrería, aunque el material
recuperado por la Confraria de Pescadors se cuenta por toneladas. Sólo el mes pasado,
223 kilos de hierros, plásticos y materiales orgánicos, que una vez en tierra
firme se fotografían, analizan, catalogan y, siempre que se pueda, se reciclan.
Los análisis pueden ayudar a averiguar en qué nos estamos equivocando: la salud
de este planeta mal llamado Tierra, y que debería llamarse Agua, depende de
todos.
La jornada que tres periodistas –uno de la web y dos del
diario– compartieron con los pescadores de Barcelona, la última industria
extractiva de la ciudad, no fue especialmente pródiga, ni en sardinas ni en
basura. Incluso así, en todas las cubiertas había cajas con peces y otras con
basuras. La mitad de la flota de Badalona ha trasladado temporalmente su base a
los muelles de Barcelona porque el Maresme aún registra las consecuencias de
las riadas de primeros de noviembre. El Hermanos Parrones, que luce con orgullo
en el castillo de proa una bandera de la Barceloneta, nunca falta a la cita con
el contenedor. A pesar de que es relativamente pequeño, de sólo 13 metros de
eslora y menos de 200 caballos de potencia, es uno de los que más basuras
recoge, junto al Bona mar 2, el Francesc i Lluís, el Maireta 4 o el Sant Pau.
Casi todos llevan el nombre de la esposa o los hijos del armador. O su mote.
“Nadie está más interesado en la salud del mar que
nosotros”. La Confraria de Barcelona utiliza artes artesanales, en comparación
con los pesqueros industriales. También echa las redes más lejos de lo que
marca la ley y reduce de motu proprio las capturas para regenerar los
caladeros. Pero hasta el mar tiene sus renegados, como recuerdan hombres que
pueden dormir en un temporal, mecidos por olas que a cualquier otro revolverían
el estómago. “Una vez pescamos unas bolsas enormes. Cuando las abrimos,
vomitamos. El olor era insoportable: gambas en mal estado. Creemos que eran
alimentos destinados a una tripulación muy numerosa. No hay pruebas, pero por
la zona habían navegado navíos de guerra de Estados Unidos.”
Los análisis confirman la excelencia de la marca Peix de la
Barceloneta. ¿Hasta cuándo será así? La contaminación ya influye en el menor
tamaño de algunas especies pelágicas. La Confraria de Barcelona lucha para
preservar un modo de vida y un oficio tradicionales. Aunque las cosas en el mar
están cambiando, aún estamos a tiempo. Los gatos de Miguel Soler, pescador
jubilado, se han dejado a medias una sardina cuando han visto el pienso. Pero
entonces ha llegado un macho viejo y se ha dado un festín mientras los otros se
distraían comiendo algo que nunca sabrán qué es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario