El reparto de agua entre los regantes seguía reglas de proporcionalidad:
cada regante recibía el agua en proporción a la cantidad de tierra que poseía
(Glick, 1988). No obstante, el total de agua repartido no era una cantidad fija
por unidad de superficie sino que variaba en proporción al caudal del río. De
igual modo, se repartía dicho caudal entre las diferentes acequias principales
que se nutren de él. Si la cantidad disponible de agua era muy escasa, el
regante no podía regar a voluntad sino siguiendo un turno (tanda o
dula) preestablecido. El sistema proporcional garantizaba un reparto de
agua equitativo sin necesidad de medidas de tiempo ni de orificios de reparto.
La unidad de medida abstracta se denominaba fila (hila o hilo de agua)
que representaba una parte de la cantidad total de agua en un río, fuente o
acequia (Glick, 1988). Este concepto con diferente cuantificación sigue aún
usándose en nuestras zonas tradicionales de riego por gravedad (Roldán et al.
1997).
En general, la fila es un número que indica la proporción del caudal
total que puede tomar una acequia; si nos encontramos en época de abundancia de
agua dicha cifra va de acuerdo a la capacidad de la acequia; si en época de
escasez de acuerdo a un número de horas equivalente y proporcionado. Según
Glick (1988), los valores tradicionales de filas de agua están expresados en
múltiplos de doce y, normalmente, una fila es el equivalente a una hora de
agua. La unidad de medida del agua basada en horas es muy habitual en el Oriente:
Irak, Yemen, Siria, etc., donde la medida tipo es el qīrāt que, aunque
varía de unos lugares a otros y entre acequias, tiene la connotación básica de
1/24 parte y suele equivaler a una hora de riego.
Argemí et al. (1995) señalan algunas medidas y proporciones
usadas en época andalusí cuyas equivalencias son, en cualquier caso, difíciles
de establecer. Así tenemos la abba que corresponde a 24 horas de agua o
al tiempo necesario para volver llenar una alberca desde las 6 de la tarde a
las 6 de la mañana más las doce horas que se emplean en vaciarla; el azumbre
que equivale a 3 horas de agua; y la arroba proporción que se
refiere a un cuarto del día de riego o, en el caso de distribución del agua, a
una medida que oscila entre las tres o cuatro horas. Estos autores discuten el
origen sirio de la huerta de Valencia, que establecen tanto Glick (1988) como
Giner Boira (1997) por el paralelismo entre la fila valenciana con las medidas
de agua usadas en Damasco, inclinándose más por su origen bereber.
Clepsidra |
Entre los dispositivos para medir el agua se
encuentra el agujero o módulo partidor practicado en una piedra que según sus
dimensiones dejaba pasar un número fijado de hilas de agua quedando el resto
para los regantes situados aguas arriba del mismo. La repartición proporcional
del agua desde una acequia a otras dos se hace con un repartidor que divide el
flujo entrante en dos corrientes salientes exactamente iguales. Por esta razón,
los partidores debían ser muy cuidados y exactamente diseñados, nivelados,
medidos y construidos.
Para medir el tiempo se usaron clepsidras, o relojes de agua, de
origen egipcio aunque la palabra proviene del griego y significa robar agua.
En efecto, su primera sílaba coincide con la de la palabra cleptomanía (McNown,
1976). Este dispositivo consistía en una cubeta con una escala horaria que
desaguaba por un orificio situado cerca de su base. Para asegurar la salida del
mismo volumen de agua, y poder disponer, por tanto, de una escala lineal, el
recipiente debe ser más ancho en su parte superior. De este modo, la
disminución en el área de la superficie del agua al descender su altura tiende
a compensar la disminución del caudal de salida debida a esa menor carga de
agua. El tiempo también se medía mediante la observación de una determinada
longitud de sombra que se correspondía con el tiempo transcurrido desde la
salida del sol (Cherif Jah y López Gómez, 1994). Así, el tiempo que mediaba
entre el amanecer y el instante en que la sombra de un regante alcanzaba una
longitud de ocho pies de largo equivalía a dos horas.
Cantonera canaria |
El sistema de reparto de agua se fue haciendo cada vez más complejo con
el paso de los siglos y en algunas zonas de huerta como Lorca se llegó a
establecer auténticas lonjas de subasta del agua de riego. Cada porción de agua
se subastaba y se adjudicaba al mejor postor. Posteriormente, diferentes
propietarios reunían las hilas conseguidas por cada uno de ellos para poder
regar con mayor caudal. Así, si un regante con dos filas se aliaba con otros
dos que tenían una, podía regar con el caudal de las cuatro filas por la mitad
de tiempo que si lo hiciera solo y los otros por la cuarta parte.
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