El
trabajador del lino.
El lino es la primera fibra vegetal que tuvo aceptación en la industria textil. Su cultivo
se remonta en Egipto hasta el siglo IC a.C. Las momias egipcias solían
estar envueltas en tejidos de lino. Una prueba de que en Europa se conocía el
cultivo de lino desde tiempos muy remotos está en el hallazgo de lienzos de
lino en las casas lacustres del Bodensee. Antes de conocer el algodón y hasta el siglo XVIII, era el lino
en Europa la fibra textil más
importante después de la lana. Los gremios tejedores de lino alcanzaron,
después de la fundación de las ciudades alemanas, extraordinario auge y poder.
Niños trabajando el lino en Churriana |
Probablemente ningún otro hilo o tejido ha ofrecido a la
humanidad tan abundante vocabulario. En inglés aún se habla de una muchacha de
«cabello de lino», cuando sus mechones dorados parecen un manojo de lino
rastrillado y peinado, y a las mujeres solteras se les llama «hilanderas»,
porque sólo a las solteras se permitía hilar lino; de los jóvenes con el pelo
corto se decía que tenían «pelo de estopa», en referencia a la parte basta del
lino que queda después de peinarlo. En castellano se habla de «lencería»,
porque antiguamente toda la ropa interior era exclusivamente de lino y en
lenguaje poético se llama «linos» a las velas de los barcos. En fin, los
lingüistas modernos creen, incluso, que el nombre de Bélgica, país de tan gran
importancia en la industria contemporánea del lino en Europa occidental,
procede de la palabra céltica que significaba «lino».
Aunque en la Biblia hay numerosas referencias al lino, su
relación con el Egipto antiguo es mucho más conocida. Las momias se amortajaban
con vendas de lino fino, que era también el tejido preferido por las clases más
altas.
Niños riando |
De hecho, se conocían más de 40 tipos de faldillas, lo que demuestra que la necesidad de disponer
de una moda que satisfaga nuestras exigencias de elegancia e individualidad tiene
un origen remoto. Al preguntarnos cómo llegó el lino a países tan diversos
merece la pena recordar que los Fenicios, los comerciantes más importantes del mundo antiguo, equipaban sus navíos con tiendas y
alfombras hechas de sólido lino egipcio.
Una vez
desgranado el lino, se forman gavillas o haces de tamaño regular, que se llevan
a las albercas para meterlos en agua, manteniéndolo durante nueve o diez días.
Algunas albercas eran compartidas por varios agricultores, que separaban su
cosecha introduciendo verticalmente unas tablas. Por medio de esta inmersión,
que en Castilla se llama generalmente enriar (La técnica de maceración por
inmersión está cayendo en desuso en Europa occidental. Los tallos de lino se
sumergen en una cuba de agua templada (32º C) durante tres días. En tales
condiciones, la acción de las bacterias produce la maceración espontánea, Con
esta técnica se obtiene fibra de calidad homogénea, pero es un proceso caro que
exige mano de obra intensiva y es contaminante)
, y en otros lugares empozar, el lino se cuece, es
decir, la fibra interior donde se encuentran los filamentos susceptibles de ser
transformados en hilo queda enteriza, y la parte exterior, más leñosa, se hace
frágil y separable. Luego, los haces se sacan del agua y se llevan a la era
donde, extendidos al sol, se orean. Una vez seco, se puede hacinar en las
cámaras, cuadras, tinaos, o en otras dependencias.
Trabajadores de una antigua fábrica de lino y esparto |
Pozos de lino en Losana de Pirón (Segovia) |
El cultivo del lino dejó su
impronta en la toponimia, pero también los procesos derivados de su
utilización. Unos de los elementos imprescindibles para la obtención de la
fibra de lino son “las pozas”, depresiones elaboradas por el hombre, en las
cercanías de la cacera, que se llenaban de agua hacia el mes de octubre. Las
pozas generalmente se situaban en un lugar propiedad del ayuntamiento o
concejo, las llamadas “cercas de las pozas”, que eran espacios cerrados al
ganado dada la toxicidad de estas aguas para las bestias. En ellas, una vez
llenas, se sumergían los haces de lino sin la “grana” (la semilla) para que la
planta se macerara o “cociera”, durante unas tres o cuatro semanas. Este
proceso se llamaba “empozado” y el resultado era que se separaban las fibras de
la materia cortical, facilitando su posterior tratamiento. Casi con seguridad,
estas pozas son las que dieron lugar en Moralzarzal a los topónimos “Prado de
las Pozas” o “Cerro de las Pozas”.
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