viernes, 14 de marzo de 2014

Los curtidores y adobadores. Los lavaderos de lana

Los curtidores y adobadores. Los lavaderos de lana

Me ha costado introducir este oficio, pero teniendo en cuenta su proximidad al agua, los volúmenes de ella utilizados y los efectos contaminantes sobre este medio, me he decidido a ello.

La palabra cuero proviene del latín  curium (Piel de los animales, curtida), es decir se trata de la piel tratada mediante curtido.

La Península Ibérica ha estado desde sus comienzos muy unida con la piel. Se puede ver sino la definición que hace de Hispania ofrece Estrabón poco después de iniciarse la era cristiana: "Hispania es semejante a una piel extendida a lo largo de Occidente a Oriente", y a veces mecionamos que la península es una piel de toro, indicando únicamente la forma de la península.
Vertido de curtido a río
La industria del curtido de pieles ha sido siempre considerada como una actividad sucia y contaminante, principalmente por los vertidos de aguas que conlleva y que, históricamente, han acabado en los cauces de los ríos

En la antigüedad
 el curtido se consideraba una industria nociva y era relegada a las afueras de las ciudades en las zonas pobres. De hecho, los antiguos métodos de curtido eran tan malolientes que las tenerías que los emplean aún siguen estando aisladas de las ciudades. Los antiguos usaban el cuero para odres, bolsos, arneses, botes, armaduras, aljabas, vainas, botas y sandalias. Sobre 2500 a. C. los sumerios  empezaron a usar el cuero, tachonado con cobre, en las ruedas de los carros.

Una vez conseguidas las pieles lo primero que se tenía que hacer era remojarlas y limpiarlas para extraer el máximo de suciedad posible y conseguir que cogieran la consistencia original. La necesidad de un uso constante de agua es el motivo de que esta industria estés siempre situada junto a un curso de agua.

Cuando el pelo era eliminado, los curtidores ablandaban el material machacando estiercol sobre las pieles o mojándolas en una solución de sesos de animales. Las heces de los perros eran las preferidas para este fin, por lo que en las ciudades antiguas era frecuente ver a niños recogiéndolas para ello, al igual que en las esquinas se colocaban orinales para recoger la orina humana para luego usarlas en las curtiderías. También se les aplicaba aceite, de cedro, alumbre o tanino  y se estiraba la piel a medida que perdía humedad y absorbía el agente curtidor.

Los adobadores en Barcelona, organizados en cofradía desde el siglo XIII, se ubicaron dentro de la trama urbana teniendo siempre presente la imperiosa necesidad de contar con en las cercanías con una corriente de agua que se llevara el agua sucia resultante del trabajo de limpieza y adobado de las pieles, y por ello buscaron un emplazamiento junto a la antigua acequia, denominada Rec Comtal.
Un trabajo mal remunerado y penoso, y mucho más en el invierno por tener que estar en permanente contacto con el agua.



Curtido y tintado de cueros en Córdoba
Ribera de curtidores. Pamplona EN 1934 el antiquísimo barrio de Curtidores era ya un conjunto de casas arruinadas y que no desempeñaban la función para las que habían sido concebidas, es decir albergar las tenerías o adoberías, en las que los artesanos medievales curtían las pieles para la elaboración del cuero con el que se fabricaban calzados de todos los tipos, odres, bolsos, correajes, arneses, armaduras, etc.


El lavado de la lana

El valle del Jiloca (Teruel) fue un importante centro del comercio lanero en la zona. En estas instalaciones se limpiaba la lana de impurezas, después del esquileo, por el sistema de escaldado para el que se utilizaban grandes pozas de sillería. Luego se aclaraba en un canal de lavado y se dejaba escurrir y secar al sol. Este proceso permitía reducir el volumen de la lana y así poderla enviar con más facilidad al resto de España y Europa. Acogían en un patio central todas las tareas relacionadas con la limpieza del producto (calderas, tinas, escurrideros, etc.). Este lavadero de lana es uno de los pocos que quedan en Aragón. Fue construido por Juan Colás y Antonio de Alfaro en el año 1646 por encargo del Concejo y utilizado para depurar las lanas que, procedentes de las sierras de Albarracín y del Jiloca, se comercializaban hacia el norte. Posteriormente, en el primer tercio del s. XVIII, se amplió instalando una gran noria para elevar las aguas del río Jiloca. Ha estado en funcionamiento hasta finales del siglo XIX.
Lavadero de lana en el Jiloca

Estas instalaciones solían ubicarse siempre fuera de los muros de las ciudades, por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque exigían la presencia cercana de un curso de agua, ya que el proceso de curtido precisaba agua limpia en abundancia. En segundo lugar, porque querían alejar del centro de las villas los fuertes olores desprendidos por las propias pieles y por los productos químicos que se empleaban. El fuero medieval navarro, de hecho, establecía multas de consideración para quien ejerciera este oficio dentro de las ciudades. Durante siglos, esta Ribera de Curtidores fue testigo del trabajo de los peleteros que, tras raspar la grasa y el pelo adherido a las pieles, las tensaban sobre unos bastidores donde se les aplicaba sal, alumbre y otros productos, alternándolos con largos baños en agua limpia.

En las afueras de  Castellterçol (Barcelona), al otro lado del torrente de la Fuente Calents se levanta una austera construcción del siglo x.XVI. Es conocida como el Roquer y se trata de un lavadero de lana. Una pequeña acequia recoge el agua del torrente y la conduce a su interior en donde hay un par de canales paralelos por donde corre el agua que en otros tiempos servía para preparar la lana y que dio fama al pueblo. Un fregadero y un fuego para calentar el agua completan los elementos más significativos de la planta baja. Unas escaleras conducen al primer piso en donde la lana se posaba y enjuagaba.





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