Falsos Mitos en la Contaminación de Origen Doméstico
Emitida a los Sistemas Integrados de Saneamiento Público
González Canal, Iñigo. Consorcio de Aguas Bilbao-Bizkaia
Ripollés Pascual, Félix. IPROMA
Santateresa Forcada, Ernesto. FACSA-Castellón
Navarro i Navarro, Josep. Consorcio del Besós
Marín Galvín, Rafael. Empresa Municipal de Aguas de Córdoba, S.A.
SUMARIO
Estudios llevados a cabo a lo largo de los últimos años en diferentes saneamientos españoles han demostrado que la componente de origen doméstico que se aporta a nuestras aguas residuales urbanas tiene un peso importante, tanto desde el punto de vista del caudal emitido a nuestros saneamientos, como de las propias características de las aguas residuales domésticas evacuadas. Este peso se incrementa en poblaciones de escasa industrialización, potenciándose ante prácticas inadecuadas en el uso de las instalaciones de aguas residuales domésticas (que en ocasiones reciben vertidos de aguas industriales) o por la evacuación habitual de sustancias de origen doméstico, pero con una demostrada afección negativa sobre nuestras redes de saneamiento y EDAR.
Por otro lado, se lanzan campañas publicitarias periódicas en las que, bajo el prisma de unas prácticas más respetuosas con el medio ambiente, se recomienda al ciudadano el uso del saneamiento domiciliario como elemento integrador de todos aquellos residuos tanto líquidos como sólidos (estos una vez transformados en suspensiones) de los que necesita desprenderse (p.e., generalización del empleo de los trituradores de basura). En este caso y sin prejuzgar el objetivo ambiental propuesto, se obvian los efectos desfavorables asociados a estas actuaciones: posibles obstrucciones en colectores y elementos de la red de saneamiento, sobre-cargas para las EDAR, sobre-producción de lodos de depuración y coste más alto del proceso depurador. También podemos fijarnos en la eliminación rutinaria vía desagües domiciliarios de disolventes y compuestos orgánicos sobrantes de pinturas y lacados llevados a cabo en nuestros domicilios, o de los restos de aceites de fritura y grasas alimentarias, o de restos de elementos de higiene personal, o finalmente de los restos de compuestos empleados en jardinería doméstica como son abonos líquidos y compuestos fitosanitarios. A todas estas prácticas es a las que nos referimos al hablar de los “Falsos mitos” en la contaminación doméstica.
El objetivo de este trabajo, por todo lo dicho antes, es argumentar la inconveniencia de estas actuaciones domiciliarias apoyándonos en problemas reales experimentados en diferentes saneamientos españoles. Además, se tratará de justificar y razonar la recomendación de que los desagües de nuestros hogares nunca deberían ser una vía de escape a sustancias “molestas” o de residuos variados, puesto que estos comportamientos, si bien habituales, constituyen prácticas radicalmente opuestas a lo que se deberían considerar como actuaciones privadas ambientalmente respetuosas. Finalmente, se intentarán dar algunas pautas aplicables sobre el particular.
INTRODUCCIÓN. VERTIDOS DOMICILIARIOS AL SISTEMA INTEGRADO DE SANEAMIENTO PÚBLICO (SISP)
La normativa en materia de aguas residuales en nuestro país se ocupa genéricamente de dos grandes apartados: (a)de las aguas residuales, con independencia de sus características en origen, que tras ser depuradas se vierten a cauces públicos, priorizando y buscando la preservación de aquellos; (b)de los vertidos de carácter eminentemente industrial y no doméstico que acceden a los SISP. En el primer apartado son de aplicación la Ley de Aguas y Reglamentos que la desarrollan, así como el Reglamento E-PRTR que se ocupa de sustancias prioritarias. A estos deben sumárseles las correspondientes normativas de carácter autonómico, municipal o supra-municipal aplicables.
En el apartado de aguas residuales vertidas a redes de saneamiento públicas las normativas y reglamentaciones aplicables suelen ser de ámbito municipal, y autonómico en algún caso (por ejemplo, Ley de Gestión Integrada de la Calidad Ambiental en Andalucía). En el municipal nos referimos a las conocidas Ordenanzas de Vertidos y similares. Éstas marcan pautas para que la emisión de aguas residuales fundamentalmente industriales a saneamientos públicos agredan lo menos posible a los colectores de aguas residuales, además de ajustarse al rendimiento de depuración que las EDAR municipales sean capaces de desarrollar, lográndose que el agua depurada cumpla con lo exigido en las Autorizaciones de Vertido a cauce público pertinentes.
Si bien como se ha indicado más arriba el tema de la contaminación ligada a las aguas y vertidos industriales se encuentra suficientemente normalizado, la cuestión de las aguas residuales de procedencia doméstica y domiciliaria carece de cualquier tipo de normativa aplicable, salvo la prohibición expresa de que nuestros desagües de aguas residuales domésticas se empleen como sumideros de aguas no domésticas y/o industriales, lo que está totalmente prohibido en las Ordenanzas de Vertidos.
Pese a lo dicho, numerosos estudios (algunos de los cuáles han sido desarrollados por el propio Grupo de Trabajo de Inspección de Vertidos y Laboratorio de la Comisión V de AEAS) han puesto de manifiesto que las aguas residuales domiciliarias son portadoras de sustancias y contaminantes que, en muchos casos, plantean problemas de vehiculación y agresividad frente a los colectores generales de aguas residuales de los SISP, entorpeciendo también la propia depuración biológica desarrollada en nuestras EDAR.
Y esta situación es difícilmente controlable a escala de las Ordenanzas de Vertidos (salvo episodios muy específicos) al poder entenderse que invaden parcelas de privacidad de los usuarios. Además, la mayoría de los contaminantes de las aguas residuales domiciliarias se hallan tan ampliamente distribuidos en cualquier producto de uso doméstico de cualquier establecimiento comercial de nuestras ciudades, que el usuario particular nada absolutamente puede hacer por remediar su vertido. Incluso se da la paradoja, con mínima o nula base técnica ni científica, de que mediante campañas publicitarias periódicas se bombardea al usuario con la bondad y conveniencia de aplicar a escala particular actuaciones en materia de aguas residuales domésticas que se demuestran en realidad nocivas para la propia integridad de los SISP:
-Utilización de los desagües domésticos para eliminación de restos sólidos ligeros de fácil y rápida disgregación y/o disolución (toallitas higiénicas, papel higiénico, bastoncillos, preservativos..),
-Aplicación de trituradores de basura para eliminar conjuntamente residuos sólidos urbanos junto a aguas residuales domésticas,
-Eliminación rápida de restos de fármacos y analgésicos de uso privado,
-Eliminación rápida de restos de bricolage domiciliario (pinturas, disolventes..).
A esta situación también se une la emisión de sustancias refractarias a la depuración biológica, o incluso bio-tóxicas procedentes de restos de productos de higiene doméstica (geles, cosméticos, champús, detergentes, blanqueadores, lejías, jabones…), de prácticas particulares de jardinería (abonos, productos fitosanitarios..) o del empleo cada vez más extendido de equipos domésticos de tratamiento de aguas de consumo, que vierten a los desagües domésticos contaminación de carácter salino y/o contaminantes orgánicos.
A todas estas prácticas nos hemos permitido denominarlas con cierta ironía como los “Falsos mitos en la contaminación doméstica emitida a los saneamientos públicos”. Y como se trata de “Falsos mitos”, a tratar de desmontarlos con el fin de fomentar una serie de prácticas domiciliarias realmente respetuosas con el medio ambiente urbano se va a enfocar este trabajo.
RESTOS DE HIGIENE PERSONAL
Extendido el empleo de las toallitas y bastoncillos para higiene personal que han mejorado el bienestar de la personas y han pasado a ser un producto de uso común en nuestros hogares, su evacuación directa vía saneamiento doméstico nos está presentando graves problemas, tanto en la funcionalidad de las instalaciones, como por el encarecimiento en el mantenimiento de la explotación de nuestros bombeos y EDAR.
Los fabricantes de estos productos los presentan como “responsables-respetuosos con el medio ambiente” pues están hechos de materias primas naturales de origen orgánico, no blanqueadas con cloro, libres de dioxinas y colorantes, y biodegradables pudiendo por lo tanto desecharse incluso a través del WC… y aquí empiezan los problemas. Efectivamente son productos biodegradables… “pero con el tiempo”; a los sistemas de saneamiento llegan tal cual se tiran y debido a las características físicas del producto “gran superficie y poder de absorción”, se potencia la posibilidad de quedar atrapadas por cualquier rugosidad del colector, pequeños obstáculos depositados en ellos (piedras, raíces, etc.) o en tramos del colector con poca pendiente o con ángulos pronunciados.
Con el tiempo se van produciendo unas notables acumulaciones y tapones que en días de fuerte aumento de caudal (mantenimiento, lluvias, etc..) son arrastrados hasta la depuradora, generando problemas en los elementos de elevación y compactación de las instalaciones (bombeos, filtros y tamices), daños en los sistemas hidráulicos y por consiguiente, una mayor incidencia en el día a día de la explotación de la depuradora (ver figura-1, izqda.) con considerables sobre-costes técnicos y económicos asociados.
Para constatar el problema generado en colectores por el efecto de las fibras que circulan por su interior, se han realizado ensayos introduciendo ganchos en el fondo de los mismos donde, como se puede apreciar en la figura-1 (centro), se van enrollando cantidades muy importantes de fibras tras poco tiempo. Con lo dicho, no se trata de prohibir o desincentivar el uso de toallitas y similares, sino de potenciar un uso adecuado de este material y que los productores en su publicidad no propongan como hasta ahora que la manera óptima de desechar el producto después del uso sea el WC, sino que se deban emplear los procedimientos adecuados para la eliminación de los residuos del hogar, en forma y manera como cualquier residuo sólido urbano y nunca mediante el WC.
Figura-1: problemas acarreados por fibras y bastoncillos en colectores y EDAR.
Para finalizar este apartado, los bastoncillos higiénicos, de mucha menor biodegradabilidad que las anteriores, generan atascos en colectores y bombeos lo que queda de manifiesto con la elevadísima tasa de aparición de los mismos, hasta en los propios decantadores de cualquiera de nuestras EDAR (figura-1, dcha.).
TRITURADORES DE BASURAS
El triturador de basuras, inventado en 1.927 en USA, ha sido instalado en numerosas viviendas desde los años 60 del siglo pasado. Su función es triturar y desmenuzar los residuos orgánicos de comida para su evacuación por el desagüe de la cocina. Destáquese la existencia de un proyecto europeo que busca promover el uso de trituradores de materia orgánica en los fregaderos. El objetivo de este proyecto, que tiene por nombre ReWISe, es sustituir la recogida de materia orgánica sólida por una recogida de aguas residuales. La idea se completa con la implantación de digestores en las EDAR para generar biogás y así aprovechar la energía contenida en la materia orgánica.
En el borrador del Plan Nacional Integrado de Residuos 2007-2015 se recopila la composición media de los RSU (figura-2), de la que se deduce que el 44% son materias orgánicas, y por tanto potencialmente biodegradables.
Además, el mismo Plan Nacional estima que se generan en el Estado 1,437 kg/hab/día de basura, de la que 0,632 kg/hab/día sería materia biodegradable. Lo anterior representa en términos globales una cantidad de 10.003.462 Tm/año. Así, p.e., supóngase una población de 100.000 hab, que genera unos 25.000 m3 de agua residual al día, la cual contiene (datos de AEAS, 2.009) 18.675 kg de DQO. Esta misma población, de generalizarse el uso de los trituradores de basura, aportaría 63.200 kg de materia biodegradable al agua residual, lo que suponiendo una tasa de conversión del 25% en DQO, prácticamente duplicaría la carga de entrada a la EDAR urbana (18.765+15.800) kg/d de DQO, así como la generación extra de bio-sólidos y su posterior tratamiento y gestión. ¿Estaría la EDAR en disposición de depurar este efluente?. Además, piénsese en el impacto que el alto contenido de restos orgánicos tendría en la explotación y mantenimiento de colectores, bombeos, tanques de tormenta y otros elementos de la red de saneamiento. Finalmente, el sobre-coste económico tampoco sería desdeñable.
En resumen y apelando al sentido común, no parece muy lógico y aún menos sostenible, tirar una basura sólida (restos de alimentos con un 50% de sequedad) al agua, la cual se cargaría con una concentración de sólidos menor del 0,2%, y luego, una vez en la EDAR , volverla a separar de ésta, con el consiguiente sobre-coste de energía eléctrica, reactivos químicos, personal, etc., para obtener de nuevo un residuo (fango al 20 o 30% de sequedad) que deberá ser eliminado como si hubiera ido al cubo de basura. No debemos olvidar que la digestión anaerobia de una EDAR no hace “desaparecer” la materia orgánica, sino que reduce en un 50% los sólidos volátiles y en un tercio los totales.
Si tomamos como referencia la práctica de los países del Norte de Europa (claro referente en protección ambiental) con la fracción de materia orgánica de la basura, allí se está promoviendo la recogida selectiva de la materia orgánica de las viviendas para su valorización. En ninguno de estos países se contempla el tirar estos residuos por el fregadero, sino la separación de residuos domiciliarios. Por todo lo dicho, debe trabajarse en desmontar la supuesta bondad de los trituradores domésticos de basuras, puesto que ni son ecológicos, ni representan un avance en nuestra calidad de vida, y sí supondrían un constable colapso de nuestros sistemas de colectores y bombeos de aguas urbanas, y de nuestras actuales depuradoras (colapso también en el aspecto económico, ojo). La basura orgánica debe ser conducida al cubo de basura para su tratamiento adecuado, al igual que el papel, vidrio, envases, etc. se conducen a sus respectivos contenedores.
BIOCIDAS Y FITOSANITARIOS (PLAGUICIDAS)
Son productos químicos que por contaminación difusa o por vertido directo pueden alcanzar las redes de alcantarillado. La legislación española los divide en dos grupos, biocidas y fitosanitarios, según su uso, aunque alguna de las sustancias activas están en ambos pero en distintas concentraciones y presentaciones. El grupo de biocidas autorizados para control de plagas en salud pública viene regulado por el “Registro de plaguicidas no agrícolas o biocidas” del Ministerio de Sanidad y Política social del Gobierno de España,
mientras el grupo de fitosanitarios o plaguicidas agrícolas se regula mediante el “Registro de Productos Fitosanitarios” del Ministerio de Medio Ambiente Rural y Marino
Dichos registros especifican usos autorizados, estableciendo dosis de producto a utilizar en cada uso, así como la gestión que se debe llevar a cabo con sus envases y residuos.
Entre los biocidas podemos encontrar numerosas sustancias, desde tan sencillas como el cloro, hasta más complejas como derivados órgano-fosforados, piretrinas y piretroides, sales de amonio cuaternario, derivados cumarínicos, fenoles y otros productos variados de síntesis. Los usos autorizados son la desinfección, desinsectación y desratización, en general de los cascos urbanos y en particular para la industria alimentaria, hostelería, centros de enseñanza, sanidad, y dependencias públicas y privadas. La desinsectación y desratización de redes de alcantarillado, así como la desinfección de superficies suelen presentar las más altas tasas de emisión a colectores y saneamientos públicos.
En cuanto a productos fitosanitarios encontramos productos sencillos como el azufre, sulfato de cobre y bórax y, más complejos, como derivados órgano-fosforados, órgano-nitrogenados, fenoles y una gran variedad de otros productos orgánicos. Los usos autorizados se limitan al control de plagas en zonas agrícolas, recreativas y forestales y los tratamientos post-cosecha. En este sentido, el vertido directo de los caldos agotados en aplicaciones post-cosecha y sus enjuagues y limpiezas, limpiezas de depósitos de fumigación, fumigación aérea, y fumigación de cunetas, jardines y parterres urbanos, son las fuentes más habituales de su ingreso en las redes de saneamiento.
Así pues, dada la bio-toxicidad de estas sustancias, muy poco biodegradables, son capaces de atravesar las EDAR e ingresar en el medio natural bien como efluente depurado, bien a través de la aplicación de fangos de depuradora en agricultura. Por todo ello, aun siendo conscientes de la necesidad de utilización de muchas de estas sustancias (garantes de una mejor salud pública y productividad en las cosechas) se debe instaurar una cultura de buenas prácticas en su empleo, atendiendo a lo establecido en sus fichas de uso y etiquetas, las cuáles debieran ser más explícitas en relación con la inconveniencia de su eliminación vía saneamiento. Además, siempre debiera sopesarse el empleo de otras alternativas más compatibles con el entorno para el control de plagas.
En este sentido, ya que para la formulación de dosis y aplicación de biocidas y fitosanitarios se debe disponer de un carné profesional expedido por la autoridad competente (con realización previa de cursos de capacitación y examen de evaluación correspondiente) creemos debe ser fundamental en estos cursos la instauración de una cultura de buenas prácticas desmitificando la creencia de que a más dosis más efectividad. Sin embargo, el empleo de productos autorizados para uso doméstico sin ningún tipo de capacitación, requerirá de actuaciones de información y de educación ambiental, debiendo incluir el suministrador comercial en las instrucciones de uso las precauciones del producto así como una mayor información en cuanto a lo negativo de su eliminación a través del saneamiento. Para ello, lógicamente, el usuario debería contar con centros públicos de recogida y gestión de estos productos.
EQUIPOS DOMÉSTICOS DE TRATAMIENTO DE AGUA
Es cierto que el agua de consumo (pese a cumplir el RD 140/2003) tiene diferentes características físico-químicas en función de su procedencia: puede ser más o menos dura, tener más o menos sales (conductividad, cloruros, sulfatos) y más o menos sabor al desinfectante empleado, todo lo cual podría generar problemas como incrustaciones en electrodomésticos y redes interiores, y sobre todo olor-sabor que no gusta especialmente al consumidor, haciéndole tener la percepción errónea de agua de mala calidad.
Respecto al olor y al sabor son parámetros muy subjetivos, capaces de confundir y distorsionar la realidad de la calidad e incluso de generar ciertos episodios de psicosis colectiva. Como ejemplo, según un reciente estudio de la OCU , el 80% de los equipos domiciliarios de ósmosis instalados se fundamentaba en problemas de olor y sabor, mientras que de las 64 muestras estudiadas todas ellas (100%) cumplían con la normativa. Básicamente olor y sabor son los que hacen que el usuario doméstico se incline por la compra de diferentes equipos que aparentemente le van a solucionar los problemas. Sería importante que los usuarios, previamente a la compra de cualquier sistema, se informaran acerca de las características del agua que consumen y de si verdaderamente necesitan instalar equipos de estas características. Hay muchos modelos y sistemas en el mercado pero los más utilizados son la ósmosis, los filtros de carbón activo y los descalificadores por resinas de intercambio iónico (solos o en conjunto).
Salvando la ósmosis, el resto de los equipos sólo garantizan la eliminación del sabor asociada a la del desinfectante residual y además pueden llegar a representar un verdadero problema pues podrían erigirse en un foco importante de contaminación bacteriológica para el propio usuario. La instalación de un equipo de ósmosis debe responder pues a un correcto y particular diseño previamente estudiado por el vendedor, de forma que el equipo sea el adecuado para el problema existente y esté, posteriormente, correctamente instalado y adecuadamente mantenido. Si bien la ósmosis opera con un alto volumen de agua de desecho frente a la realmente empleada (entre el 50 y 90%) y que elimina el 90% de la contaminación química y casi el 100% de la bacteriológica, de generalizarse el uso de agua osmotizada para consumo, no es previsible una contribución preocupante a la contaminación emergente y sustancias prioritarias al saneamiento por este motivo.
Finalmente y tomando en consideración el empleo indiscrimado de descalcificadores domésticos para reducción de la salinidad del agua, si toda el agua consumida en una población se descalcificase domiciliariamente, se podría llegar a incrementar la conductividad media del agua residual urbana hasta en un 10%, lo que según qué casos, podría acarrear problemas de depuración en EDAR biológicas así como una paulatina salinización en el cauce público que reciba el propio vertido ya depurado.
ACEITES VEGETALES USADOS Y GRASAS ALIMENTARIAS
El empleo de aceites vegetales (oliva y girasol) así como de grasas animales en alimentación es una práctica ligada a la cultura mediterránea. La eliminación de los aceites de fritura agotados es, sin duda, una de las prácticas periódicas más cotidianas en nuestros hogares (así como en instalaciones de restauración). Así pues, su evacuación directa por el desagüe doméstico puede provocar varios problemas en los SISP.
Figura-3: izqda., bolas de grasa; dcha., obstrucción de un colector con grasas+detergentes.
Los aceites-grasas en unión de restos de los detergentes y jabones de uso doméstico, llegan a provocar en zonas de los colectores sujetas a velocidades de vehiculación bajas (poca pendiente, codos, bombeos) así como en desagües generales de viviendas, las denominadas “bolas de grasa”, capaces de generar situaciones de atascos en colectores y elementos anexos, roturas y puestas en carga de los mismos (ver figura-3). Además, dificultan el intercambio gaseoso entre agua residual y aire en contacto con ella aumentando la progresiva anoxia del agua residual a lo largo de los colectores, con lo que aquélla llega a la EDAR con mínimos contenidos en oxígeno, cuando no en anaerobiosis.
Por otro lado, los aceites ya en la EDAR , dificultan el pre-tratamiento del agua (por su asociación con las arenas de ésta) generando problemas de sedimentabilidad, incrementando los residuos producidos en depuración y en su caso, favoreciendo también el incremento del consumo de aire (u oxígeno) en las balsas de aireación. En éstas, además, actúan agresivamente frente a los microorganismos depuradores obstaculizando su aireación celular y por tanto, su rendimiento depurador. Lo dicho justifica que los aceites de fritura usados han de ser enviados por el usuario doméstico a los Puntos Verdes Municipales, Centros de Recogida de Residuos o similares y nunca ser directamente arrojados por los desagües de nuestros hogares.
FÁRMACOS, COSMETICOS Y DROGAS
Englobamos aquí todas las sustancias químicas y principios activos empleados para prevenir, tratar, diagnosticar, detectar, aliviar o curar enfermedades de las personas y los animales. También los productos cosméticos (y drogas de abuso). Como es de esperar, estas sustancias se incorporan a las redes de saneamiento a través su excreción por la orina y las heces, bien en su forma original, bien como sustancia metabolizada (metabolito). También lo hacen a través de la higiene, tras la utilización de productos vía tópica, como las cremas, geles, champús, etc.., o por enjuagues de los envases que se han utilizado para su administración oral.
Admitida sin límite lógicamente, la vía fisiológica, estos productos pueden acceder a las redes de saneamiento por la eliminación inadecuada de fármacos obsoletos o caducados, bien directamente por vertido de los mismos (cosa prohibida en la mayoría de las Ordenanzas de Vertidos) o bien englobados en la basura, pudiendo llegar a las EDAR en aquellos casos en que se traten lixiviados de vertederos de RSU. Los tratamientos de estas aguas en estaciones depuradoras no suelen ser suficientes para eliminar los residuos de estos productos, por lo que muchos de estos compuestos pueden acabar llegando hasta los medios receptores libres (ríos, lagos, acuíferos, mares, etc.).
Aunque todavía no existen demasiadas referencias sobre la presencia y efectos de estos “contaminantes emergentes” en sistemas de saneamiento y medios receptores, ya se ha detectado la presencia de algunas de estas sustancias, principalmente anti-inflamatorios (ibuprofeno, diclofenaco, etc.), antibióticos (metrodinazol, ofloxacin, etc.) así como de otros compuestos (analgésicos, cardiovasculares, anti-epilépticos, anti-conceptivos, etc...) en varios ríos españoles si bien a concentraciones muy bajas (≈1 µg/L). Estos niveles no son capaces de generar problemas de salud pública, pero sí que pueden afectar a varios organismos acuáticos (peces, anfibios, larvas de insectos, moluscos...) a los que acarrean problemas de crecimiento, desarrollo y taras genéticas más o menos graves.
Por lo dicho, debe abogarse por un uso racional de los fármacos y por su eliminación correcta a través de los puntos “SIGRE”, Sistema Integrado de Gestión de Residuos de los Medicamentos y de sus Envases, habilitados a tal efecto en las farmacias.
El saneamiento público no debe ser un pozo ciego donde se eche todo aquello que nos sobra puesto que las depuradoras urbanas tampoco pueden depurar todo lo que les llega. Se debe fomentar desde las Administraciones Públicas una política eficaz de segregación de residuos de forma que se facilite su gestión y su valorización posterior.
Han de implantarse acciones coordinadas de educación ambiental y control en origen, a fin de sustituir progresivamente los compuestos químicos más contaminantes presentes en los productos de uso domiciliario por otros más sostenibles.
Los desagües domésticos deben recoger esencialmente, restos fisiológicos y restos de actividades domésticas de imposible segregación: alimentación, aseo y limpieza doméstica. Otro tipo de desechos domésticos sólidos, tales como toallitas, bastoncillos, copos de desmaquillaje, etc… deben ser separados y enviados a gestión como RSU.
Desechos líquidos del tipo de aceites, disolventes, pinturas, restos de fitosanitarios domésticos y abonados, deben ser enviados a Centros Públicos de Recogida Selectiva. Nunca deberán usarse espacios públicos como sumideros indiscriminados de basuras.
Finalmente, la contaminación difusa procedente de viales, calles, parques y espacios públicos en general, puede minimizarse llevando a cabo labores de mantenimiento y limpieza por las administraciones competentes, con la periodicidad y eficacia adecuadas.
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