El agua en las termas,
baños y fuentes. Aspectos médicos y su relación con la química del agua:
Termas, baños y fuentes, junto a los
acueductos, constituyen también algunos de los elementos arquitectónicos más
espectaculares que han sobrevivido en las ciudades del mundo romano. Su
construcción es sinónimo de un tipo de vida y cultura determinada: la cultura
del Imperio Romano. Si bien es cierto que se tiene conocimiento de que el baño
era una práctica normal en muchas civilizaciones de la antigüedad,
especialmente el baño privado y doméstico, hay que señalar que realmente fueron
los griegos quienes concedieron al baño una función social e idearon un
edificio especial destinado para tal fin, relacionado con los ejercicios
gimnásticos, cuya práctica estaba tan extendida en la civilización helénica.
Posteriormente, los romanos asimilaron esta característica del mundo griego.
Roma toma la idea de Grecia pero no la reproduce de la misma forma sino con
unas características distintas y muy particulares. Por una parte,
lograron desarrollar monumentalmente un esquema arquitectónico que había
sido siempre eminentemente funcional, desarrollo que corre parejo al de la
construcción urbana en general. El fin primordial de estos edificios es el ritual
del baño, principal protagonista, quedando la gimnasia, más importante entre
los griegos, relegada a un segundo plano. Las termas son unos impresionantes
complejos sanitarios y lúdico-deportivos que representan una de las más
sorprendentes tanto desde su punto de vista constructivo como por el importante
papel social que llegaron a alcanzar. A ellas se acudía con fines de descanso,
higiene, relax y salud corporal, pero también eran la excusa para hablar de
política, en el caso de magistrados y senadores, para tratar negocios,
los empresarios, para buscar favores y/o recomendaciones, o bien para hablar de
cualquier asunto trivial, o para encontrarse con los amigos y conocidos, el
pueblo en general. Por otra parte, Roma difunde estas instalaciones de forma
extraordinaria haciéndolas llegar hasta los lugares más alejados de su dominio
territorial, en ocasiones, el grado de romanización ha llegado a medirse por la
cantidad de edificios termales construidos.