miércoles, 5 de marzo de 2014

Los Molineros

Los Molineros
 ¿”Verdad, viejo molinero, que añoras tus buenos tiempos? ¡Aquellos molinos con algunos de más de un siglo de existencia! A un lado las picarescas lavanderas con sus 'dimes y diretes', a otro la pequeña y rubosa fábrica de luz, escondida entre breñas y peñascos,  cual doncella recatada; aquí la fuente cantarina, que sabe de gargantas anhelantes, allá el puentecillo romano, majestuoso sobre el río, con la torre de la iglesia al fondo, sobre el contraste de fachadas blanqueadas y el cielo esplendoroso de nuestra Alhama.

La corriente del río, que primero queda cautiva en la presa, se encauza después, para que las mujeres laven, para que los mozos refresquen en el estío y para que la rueda del molino se hunda en el agua rodando despacio, arrastrando los complejos engranajes, haciendo girar las piedras que muelen. 
(Autor desconocido)

Los molinos constituyen un destacable ejemplo de arquitectura popular, donde la piedra se convierte en el material básico. La mayor parte de ellos fueron emplazados aisladamente fuera de los cascos urbanos, a una distancia de los mismos que va desde los quinientos metros a varios  kilómetros. Los edificios solían ser de una planta con un sobrado, ampliándose una segunda planta de adobe en alguno de ellos. La mayoría de ellos también eran utilizados como vivienda temporalmente, por lo que disponían de cocina. Y como era preciso atender a las caballerías que transportaban la harina y el grano también se disponían construcciones anejas destinadas a cuadras y pajares. Algunos molinos cuentan además con gallinero, palomar y pocilga.


Casi todos los molinos utilizaban directamente el agua del río como fuente de energía, algunos utilizan el agua de un manantial.
Normalmente el pleno rendimiento del molino solía durar ocho meses al año, desde todos los Santos (1 de noviembre) hasta San Juan (24 de junio), dependiendo después del agua que dejaba el estiaje. Su funcionamiento solía ser de doce a catorce horas al día, si bien en la descripción de Ensenada se dice que algunos molinos molían día y noche,
El oficio de molinero solía compatibilizarse con otros oficios o trabajos, como los de panadero, labrador o arriero; algunos tenían colmenas y otros trataban con lana o hacían al-bardas. Y es que como los molinos sólo funcionaban ocho meses al año, ello permitía realizar otras actividades. Además, las numerosas recuas de burros, mulas y caballos de que disponían los molineros para transportar el grano y la harina podían utilizarse en verano para la arriería o trajinar. Asimismo, para mejorar su economía familiar el molinero solía cultivar una pequeña huerta y criar algún cerdo.












Hasta principios de siglo la explotación de los molinos fue una actividad rentable para algunos molineros, y así en el censo electoral de Diputados de 1862 figuran como electores varios molineros, por pagar 400 reales de contribuciones directas. Esta capacidad contributiva y posición social hizo posible que algunos molineros también fueran alcaldes o concejales. Ello abundaba la idea de que los molinos creaban riqueza en el pueblo.
El oficio de molinero, quien en muchos casos vivía en el molino, suponía realizar el duro trabajo, subiendo y bajando pesados sacos de trigo y harina continuamente. El molinero también debía cuidar los elementos mecánicos del molino, tenía que controlar la regular entrada del agua, picar las muelas de piedra rehaciendo las estrías para lo que tenía que desmontar las pesadas piedras, debía revisar y reparar frecuentemente los mecanismos del molino que eran de madera, además de reforzar la pesquera ante los destrozos de la crecida y limpiar el caz y los desagües.
Es posible que la figura del molinero parezca ahora algo romántica, pero hay que reconocer que sus condiciones de trabajo le hacían ser víctima de enfermedades provocadas por la insalubridad del agua estancada por el azud y el polvo de la harina. Además, el lugar de trabajo era pequeño, incómodo, sombrío y ruidoso, con una jornada ilimitada. No obstante, también hay que decir que existían innumerables compensaciones y que el resto de los trabajadores del medio rural tampoco vivían en mejores condiciones.

A pesar de su trabajo, los molineros y el molino no gozaban de buena fama para la clase dominante. Para Suarez de Figueroa, “clérigos, frailes, monjas, caballeros y señores, plebeyos, ricos y pobres de toda suerte: todos son engañados y robados por los molineros”, en el cancionero popular asturiano se constituye la idea del molino como refugio: “Los molinos no son casas, porque están por los vegueros, son cuartitos retirados para los mozos solteros”.


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